lunes, 2 de enero de 2012

Peñafadiel (Maragatería). La madre de todos los laberintos

La víspera de este último solsticio de invierno, cuando la puesta del sol alcanza el punto más lejano de su curso antes de comenzar a bailar para después retroceder frenada por la cumbre del Teleno, Juan Carlos Campos ha publicado su primer libro, Petroglifos en Maragatería. El enigma de los laberintos del Teleno. ¿Simple coincidencia?
El libro es una cuidada edición del autor en la que, con un estilo ameno y estructurado, nos introduce en los dos temas recurrentes en los petroglifos de la Somoza maragata: cazoletas y laberintos. El prólogo es del experto en arte rupestre galaico Antonio de la Peña y toda ella va ilustrada con un impresionante reportaje gráfico en color, en el que destacan las bellísimas fotografías nocturnas de Ángel de Prado y de Amando Casado (en la cubierta). Además de la justa loa a la figura del benemérito aficionado a lo rupestre, al que tanto le debe la arqueología, encarnado en la persona de Juan Carlos Campos, el prólogo de Antonio de la Peña se centra en la incógnita principal que el descubrimiento en 2008 de los laberintos de Peñafadiel, a los pies del Teleno, ha vuelto a suscitar: su origen. El diseño original de las figuras de los laberintos habría sido concebido en alguno de los focos culturales del Este del Mediterráneo, por más que los seis ejemplares galaicos conocidos y los seis maragatos sean los de datación más antigua. Es la conclusión que viene siendo aceptada por la comunidad de expertos a pesar de que las dataciones apuntan hacia todo lo contrario, y en este sentido, tanto De la Peña en el prólogo, como Campos en el texto, continúan afirmando, aunque cuestionándoselo, el origen mediterráneo de este tipo de figuras. La estructura de la obra es sencilla y eficaz: en el primer capítulo Campos contextualiza los petroglifos en la historia y en el paisaje maragato, fuertemente marcado por las huellas de la minería romana, y nos introduce en la orogénesis de la roca llamada en la zona moraliza, soporte principal de los grabados rupestres. El capítulo segundo se dedica a un estudio comparado de los dos motivos principales que aparecen en los petroglifos de Maragatería, cazoletas y laberintos. Podremos sorprendernos con datos interesantes, leyendo por ejemplo que las cazoletas que decoran la cueva de Daraki Chattan en la India se han datado en 290.000 años de antigüedad gracias al descubrimiento de una losa desprendida enterrada en un estrato de sedimentos fechados en el Paleolítico Inferior, lo que nos lleva a concluir que no sólo nuestra especie utilizó estos signos para comunicarse. Asimismo en este apartado se intenta una aproximación a la difícil, sino imposible, tarea de averiguar el significado de estos mensajes grabados en piedra. El autor concluye que ambos tipos de petroglifos son polisémicos, tienen de entrada varios significados dependiendo del contexto en que aparecen; es aquí donde me permito una discrepancia, ya que la figura del laberinto clásico de un solo trayecto siempre denota la idea del camino, un curso entre dos puntos (exterior e interior). Si numeramos las vueltas del recorrido de fuera a dentro, siendo 8 el exterior y 0 el centro, veremos que en el trayecto desde el exterior se recorren la vueltas en la siguiente cadencia: 8-5-6-7-4-1-2-3-0, con movimientos retrógrados que recuerdan a cursos astrales. El capítulo tercero es una guía detallada donde se propone un itinerario para recorrer los petroglifos de la Somoza. Partiendo de Quintanilla se podrán visitar siguiendo las indicaciones de Juan Carlos Campos varios lugares con grabados, entre otros: la escena de los danzantes o la familia grabada en la fuente del Mato de Filiel, la Peña de la Medida (con una curiosa tradición asociada) o las herraduras y cruciformes de Peñamartín... y por supuesto los extraordinarios laberintos de Peñafadiel, donde no sólo podremos contemplar nada menos que seis laberintos de tipologías diferentes en un mismo lugar, sino también, y resulta bastante escalofriante, el unico y más antiguo testimonio grabado en piedra del patrón que se utilizaba para trazarlos, la madre de todos los laberintos. Resulta escalofriante porque el patrón topológico a partir del cual se inicia el trazado del laberinto (Figura 1: primer diseño de la izquierda, fila superior) se venía creyendo medieval, producto de una mente matemática avanzada, y comprobamos ahora con la limpieza y levantamiento de los grabados de Peñafadiel, realizada por el equipo de Fernando Carrera, idéntica capacidad de abstracción en nuestros antepasados hace 4.500 años.
 

Figura 1. Pautas de trazado de un laberinto clásico (de único trayecto y siete vueltas).

Figura 2. Patrón o madre del laberinto antes de su limpieza (Peñafadiel, 2008). (C) Ángel Facio.
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Para no destripar por completo el libro me detengo aquí recomendando como obra imprescindible para los beneméritos aficionados a lo rupestre esta magnífica guía que anima a disfrutar pausadamente de la Somoza maragata. Se echa de menos, no obstante, que el autor no haya recopilado más leyendas y tradiciones asociadas a los emplazamientos, puede que el despoblamiento continuo que está sufriendo la Maragatería sea responsable de la escasez de informantes, con la consiguiente disminución de ese bien inmaterial que constituye el folklore, tan valioso para comprender nuestro pasado.

2 comentarios:

Juan Carlos Campos dijo...

La madre de todos los laberintos...Cómo me gusta esa definición. Y además hace justicia a ese símbolo que había quedado eclipsado por los laberintos.
Tú siempre te has caracterizado por ver las pequeñas cosas importantes aunque sean casi invisibles, como las pequeñas cazoletas que rodean la figura principal en la fuente del Mato en Filiel. Las localizaste a primera vista, y me las hiciste ver a mi de paso..
Por eso me hacen más ilusión si cabe tus palabras. Ha sido una bonita manera de empezar el año.
Graciñas.

Unknown dijo...

Simplemente, que me parecen mapas estelares y ubicaciones de otras poblaciones castreñas. Hoy día con las posiciones estelares antiguas, dan fechas.
Ref..En el año 2004, el físico y oceanógrafo Costarricense Guillermo Quirós Álvarez, presentó su revelador análisis de 23 petroglifos, todos ellos ubicados en 7 sitios arqueológicos, descubiertos sobre la Fila Grisera, en el Delta del Diquís.

El 25 de Marzo de 1979, en la sección “Áncora” del periódico La Nación de Costa Rica, publicó las reflexiones de Michael O'Reilly con respecto al tentativo mapa estelar de Guayabo. Su artículo “Guayabo Sky Map Stone” se puede leer completo en: http://www.zurqui.co.cr/crinfocus/stone/stone.html

Desde luego comunicación y comercio no se puede establecer, sin mapas de referencia. A parte de lo ritual y doméstico, las piedras sirven para más cosas, el por qué de los mayas tienen calendarios tan sofisticados?

Por último, unos petroglifos descubiertos en la malograda selva amazónica, con formas de aves, u otras formas, etc.. han sido catalogadas como formas de poblados, y como tal se han encontrado.