sábado, 22 de octubre de 2016

El molino de mano de Galicia Cen


Ayer asistí a la visita guiada por Manuel Gago, comisario de la muestra, a través de los cien objetos que componen la exposición itinerante Galicia Cen. 100 Obxectos para contar unha cultura, que tuvo lugar en la sede de Afundación de A Coruña, seguida de una interesante mesa redonda en donde se puso de manifiesto la idea central de que los objetos transmiten una historia. ¿Pero se trata de una historia unívoca, igual para todos los receptores, o, según sostiene la Estética de la Recepción, los objetos pueden contar distintas historias en función de quién y cómo los observe? Un elemento esencial de esta exposición es su catálogo, en donde se nos ofrecen ya elaboradas las  historias que cuenta cada objeto, limitando en ocasiones la posibilidad de que podamos reconstruir otra visión o interpretación del pasado. Y esto se lleva a su extremo en el caso de la historia que Alfredo González Ruibal cuenta a propósito del molino de mano, la cual constituye un buen ejemplo del discurso patriarcal que impregna la reconstrucción histórica de nuestro pasado.

El molino de mano se exhibe como contrapunto formando parte de una instalación que busca dialogar sobre el empoderamiento femenino, junto a un vídeo que muestra a un grupo de madres protestando a gritos ante las rejas del Pazo Baión propiedad del narco Oubiña.

"Entre as ferramentas que aparecen en Galicia durante o Neolítico, talvez unha das máis esquecidas sexa o muíño de man. O esquecemento é inxusto, dada a importancia do útil, mais ten a súa explicación. Cando pensamos na pedra puída o primeiro que vén á cabeza son os fermosos machados neolíticos, un trebello case seguro que masculino, pois son os homes en case todas as culturas os encargados de facer roza e cortar grandes árbores. É tamén un obxecto de estatus. O muíño, porén, é un obxecto humilde: ao contrario que os machados, nunca se transformou en elemento de prestixio nin moeda de cambio. E seica o máis importante para explicar o seu esquecemento: non é un obxecto masculino, senón feminino. Muller e muíño ficarán asociados estreitamente durante toda a Prehistoria recente. Non nos decatamos, no entanto, de que as pedras de moer supoñen ademais unha nova xestualidade: a muller traballará a partir de agora de xeonllos, a vista no chan. Esta postura do corpo, que temos visto en tantas reconstrucións de museos, non é inocente, pois vai contribuír á creación das diferenzas de sexo que aparecen precisamente durante o Neolítico: os homes seguirán ergueitos —cazando, cortando, cultivando—. E, de aquí a pouco, mandando como líderes da comunidade".

En el texto se contraponen dos objetos prehistóricos como masculino y femenino, y se extraen conclusiones poco o nada contrastadas que prefiguran ya en el pasado remoto la moderna situación de desigualdad social de hombres y mujeres. A partir de la postura laboral puntual de rodillas, que adopta la mujer en la tarea de la molienda, se extrapola a todos los órdenes de la vida su inferioridad con respecto al varón.

machado neolítico - masculino - hermoso objeto de prestigio y estatus - postura erguida - liderazgo

muiño de man - femenino - objeto humilde y olvidado - postura arrodillada - sumisión

El encadenamiento falaz de conceptos se intuye por ejemplo con la consideración autoindulgente que califica al hacha de mano como objeto de prestigio porque es masculino, frente a la supuesta humildad del molino de mano, porque es femenino. Y es que la mentalidad patriarcal impregna, consciente o inconscientemente, los objetos masculinos de excelencia, relegando los femeninos a un ninguneado segundo plano. Desde esta calificación autoindulgente se razona en sentido inverso, llegando a  concluir lo que se pretendía, que la desigualdad actual de los roles de género surge en el Neolítico cuando la mujer asume una postura laboral arrodillada ante un molino de mano. Pero arrodillarse ante un molino no es arrodillarse ante un hombre. 

En Tell Abu Hureyra, un asentamiento neolítico del Éufrates a su paso por Siria, Molleson (una mujer) atribuyó las malformaciones del dedo gordo del pie observadas en los esqueletos femeninos a la actividad de la molienda (las mujeres arrodilladas se apoyaban contra los talones, con los dedos de los pies flexionados durante largo tiempo), mientras que las rótulas de los hombres, que solían presentar una muesca, fueron interpretadas por Molleson tendenciosamente como resultado de la posición en cuclillas para descansar. Las mujeres neolíticas de este yacimiento estarían explotadas por hombres que estaban todo el día sentados sin hacer nada. ¿No se trata de la misma visión patriarcal sobre el pasado? La posición en cuclillas, a ras del suelo y no erguida, es adoptada siempre por los hombres para trabajar en parada; si se sostiene en el tiempo acaba por resultar incómoda y colocan un diminuto taburete para sentarse. Las muescas masculinas de las rodillas son de origen laboral, pues nadie tiene callo de no hacer nada. Así, los huesos de Tell Abu Hureyra nos hablan de hombres y mujeres muy trabajadores, con dos diferentes y dignas posturas laborales a ras del suelo: ellos también trabajaban humillados, y mucho.

Hay un excelente artículo de Ángeles Querol, "Mujeres y construcción de la Prehistoria: un mundo de suposiciones", en donde desarrolla por extenso un análisis del rol femenino arrodillado que se ofrece con frecuencia en las reconstrucciones museísticas del pasado:

"¿En qué se basan por lo tanto todas estas reconstrucciones o construcciones sociales del pasado prehistórico? Por lo general en lo que ocurre en el presente o ha ocurrido en el pasado más inmediato, etnológico o no o, incluso, en lo que se imagina [el reconstructor] que "debió" ocurrir. Este "actualismo imaginativo" prácticamente inevitable resulta muy peligroso desde varios puntos de vista, ya que el público en general da gran importancia a la antigüedad de las costumbres o de los valores, y con tal antigüedad refrenda actitudes del presente que pueden llegar a ser poco recomendables, como por ejemplo, la agresividad, la desigualdad social o la subalternidad de unos individuos frente a otros, muy en especial de las mujeres frente a los hombres".

El texto del catálogo sobre el molino no mejora en la versión abreviada del folleto de la exposición: "tras estas pedras gastadas están as mans de afanosas mulleres que non deixaron trazos na historia. Sobre elas técese a invisibilidade que caracteriza sempre as clases subalternas". No mejora porque la invisibilidad femenina se justifica por subalternidad de la mujer respecto al hombre, y no por ser ellas (y ellos) figuras inasibles de un tiempo pretérito.

Dado el carácter didáctico de la muestra, y con el objeto de que los niños (ayer había uno, y francamente interesado) no se formen ideas equivocadas sobre la real diferenciación de roles y la pretendida y pretenciosa superioridad e inferioridad de unos y otros, sería conveniente seguir las indicaciones del estudio de Querol y revisar el contenido subliminal, denigratorio para la mujer, que se desprende de la instalación del molino de mano, en particular los textos del catálogo y del folleto, deconstruyendo asimismo esta historia indemostrable de sumisión y explotación laboral de la mujer por el hombre en las sociedades prehistóricas.






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