lunes, 12 de noviembre de 2018

Muerte en Curuxeiras (microfotonovela policíaca)

El androide de la inspectora Galíndez zumbaba insistentemente, abandonado en la cocina, mientras ella iba completando con parsimonia su ritual de belleza matutino, que culminaba con unas gotas de Shalimar y más y más capas de rimmel. Más tarde, bebiendo su café y fumando el primer cigarrillo de la mañana, pudo comprobar que el Departamento de Viejos Homicidios había reabierto un antiguo caso en la Ciudad Vallada, que permanecía clausurada desde el siglo pasado. Ya no vivía nadie que la hubiese habitado o conocido, por lo que, sin guía posible, se descargó un viejo plano, y tras enfundarse sus viejos y ajustados Wrangler se dirigió hacia allí en su Peugeot 208 vintage.

Saltó el cierre sin esfuerzo gracias al duro entrenamiento diario; pero le molestó que su negra melena, veteada prematuramente de finos hilos plateados, se le enganchase en la alambrada, donde algunos cabellos quedaron acompañando a los jirones de las balizas policiales que se usaban en el siglo pasado.

Recordaba de sus estudios en la Academia de Arqueología Criminal la conferencia impartida por el Dr. Salinger -ese mismo día se habían convertido amantes-, sobre los okupas y homeless de la Pasada Era. En el número 32 había evidentes signos de okupación. Pero Salinger era un teórico, en realidad todos lo eran. Pensativa, retiró su larga y lisa melena negra hacia la espalda con un ligero gesto de la mano, para adentrarse en la vivienda  número 32 contaminándose lo menos posible.

Hasta ese momento no supo lo que era el miedo. Su respiración estaba agitada, y el corazón le palpitaba en los oídos, ensordeciéndola.

Se dirigió a la puerta que daba paso a la escalera que ascendía al piso alto del número 32.

Allí estaban los cuerpos, en un ángulo del piso superior. Primero vio dos figuras abrazadas, como si en el momento final la mayor intentase proteger a la pequeña de la amenaza. Se mordió los labios a punto de gritar. Su entrenamiento en la Academia no la había preparado para un caso como aquel.

Todos habían muerto implorando, suplicando. ¿Por qué se había clausurado la Ciudad Vieja? La respuesta estaba sin duda allí, relacionada con la masacre del 32 de Curuxeiras. Su instinto le dijo que era muy posible que incluso el fin de la Pasada Era también guardase relación con aquel genocidio.

Recorrió las calles a toda velocidad, escapando de aquel horror. Las ventanas de las últimas viviendas habitadas estaban tapiadas con cemento, para evitar una emanación tóxica. ¿Qué era lo que había sucedido?

En la zona límite pudo observar un fragmento de graffiti, que fotografió con su androide. Tal vez fuese un indicio relevante para la investigación sobre el antiguo crimen de la Ciudad Vallada.

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