jueves, 10 de octubre de 2019

Gundemaro, el primer lobishome

Si nadie duda de que los vampiros sean de Transilvania, tampoco debería cuestionarse que los hombres lobo sean gallegos. Y no estoy pensando precisamente en el primer serial killer de la historia, nuestro Manuel Blanco Romasanta, el Hombre Lobo de Allariz que se anticipó nada menos que al famoso destripador Jack the Ripper, o a Garayo, el Sacamantecas. No. Me estoy refiriendo al humilde y olvidado Gundemaro, el primer lobishome del que tenemos constancia documentada nada menos que en el siglo XI.

Sabemos por un documento de Celanova del año 1062 que fue vecino de Carpazás (Bande) donde tuvo propiedades y casa. El menor de siete hermanos, todos varones, nació probablemente con el cambio de milenio, y murió sin descendencia; su condición de lobishome, que no ocultaba, lo predestinaba al celibato.

El hecho de que en este texto de carácter jurídico o notarial se le nombre con naturalidad como "Gundemaro Lubusome" es significativo del alto grado de integración social de Gundemaro entre sus vecinos. También es indicativo de nuestro carácter: tenemos una forma de ser que no se altera ante los hechos más prodigiosos como era, sin duda, la licantropía. "Pobre Gundemaro; bastante ten co seu!". 

Discrepo, por lo tanto, de la opinión de Gonzalo Navaza ("Lendas e toponimia", Actas da X Xornada de Literatura de Tradición Oral, 2017), que sugiere que el alcume de Gundemaro sería una referencia humorística a su físico peludo o velloso. Nada más lejos de la realidad. Tenemos pruebas contundentes de que Gundemaro fue efectivamente el primer lobishome conocido de la historia, un lobishome plenamente integrado en sociedad, y hasta podríamos aventurar que apreciado por sus vecinos, porque alcumes así no los tiene todo el mundo.

Como decíamos, el paisano gallego está acostumbrado a convivir con el realismo mágico y lo sobrenatural, se mueve con soltura en un paisaje decorado por elementos amedrentadores que inquietarían al más templado. Podemos echar un vistazo examinando la escalofriante toponimia del país:

1. Difuntos y Santa Compaña. Miedos básicos: ataúdes, sangre, brujas.
A Caseta da Pantasma (Castrelo do Val), O Camiño das Ánimas (Condós - Paderne), Camiño dos Defuntos (varios lugares), Carril das Estantigas (casco urbano de Lugo), O Sartego (Fene), Ataúde (Salceda de Caselas), Cadaleito (Palas de Rei), Regosangüento (Xove), A Chousa das Meigas (Ponteceso), el genérico Camiño dos Medos (Tomiño), y A Costa do Susto* (Fisterra).

2. Thriller
En Lobios, en cambio, sienten cierta preferencia por el género de misterio o thriller, conformando auténticas series policiacas toponímicas en miniatura: Onde Morreu o Can do Bastián, A Cabana onde Morreu Martiño y O Curral onde Morreu Martiño (parece que no está claro dónde murió Martiño exactamente); Onde Morreu a Becerra do Frade, Onde Morreu a Cacolla, Onde Morreu a Nacha (¿Ignacia?), Onde Morreu o Boi, Onde Morreu o Landrún (sinécdoque motivada por Henri Désiré Landru, asesino en serie francés, lo que nos pone sobre la pista de la existencia pretérita de otro serial killer en Lobios), Onde Morreu o Cura y Onde Morreu Manuelciño.

Este pequeño recorrido por los topónimos góticos de nuestra geografía nos ayudará a continuar con la historia de Gundemaro, pues el resto de los datos que tenemos sobre él los hemos deducido de la toponomástica de la zona ourensana.

Deslinde entre el Monasterio de Santa Comba de Naves, Outariz y Conchada en el que se identifica una Pena Lobisómea de Voitres: "Diuiserunt etiam Canedum de Outariz et de Sancta Columba per Cautum Ueterem qui est prope domos de Outariz, deinde per marchos et cruces fixas in lapidibus ascendendo, deinde per iuxta pennam Lubusomeam de Voytores, deinde per cruces de sub casali de Conchaada et inde in directum per alias cruces usque ad marchum de Aqua Derribada et ex alia parte riuulj de Aqua Derribada per crucem que est fixa uersus Azzageedo iuxta Coussum Uetus" (documento de Santa Comba de Naves, año 1230).


Lamentablemente el microtopónimo ha desaparecido, aunque podemos restituirlo justo bajo Conchada, en el lugar de Pena junto a Botrón (que ha de ser el "Voytores" del documento medieval).

El documento aporta contexto a la licantropía ourensana y prueba que Gundemaro no padecía hirsutismo o exceso de vello corporal. La Pena Lobisómea, rodeada de sus buitres esperando la carroña, llevaría este nombre por ser uno de esos lugares apartados a los que se retiraban los licántropos durante el periodo de transformación en lobo. En otros textos se nombra más claramente como Pena Lubusome o Pena Lobusome.

En Manzaneda, también en Ourense, existe un lugar llamado O Lobishome.

Para ir finalizando nos limitaremos a apuntar un dato importante: el nombre propio germano Berulfo, que abunda en nuestros cartularios medievales desde el siglo VIII como nombre de abades y presbíteros, es equivalente a werulf, "hombre lobo": "per lunationes homines in lupos mutari, quod hominum genus gerulphos Galli nominant, Anglici vero werewlf dicunt". Berulfo es exactamente Lobishome en gallego.

Según Peter Arnds "The Middle Ages produced both the vargr and the berserkr, the latter expressing the concept of the wolf warrior, fighting naked or clad in a wolf or bear skin" (Lycanthropy in German Literature, 2015). La costumbre de los guerreros germanos de transformarse en lobos (o en osos) mediante el disfraz con la piel del animal nos pone sobre la pista de la introducción de esta creencia en Galicia con la llegada de los suevos. La creencia se asentó, mientras el rito continuaba practicándose esporádicamente, durante los siglos oscuros, hasta consolidarse tardiamente en el folklore de los lobishomes.


Grabado encontrado en Öland, Suecia, mostrando a Odín seguido por un berserker. (C) Wikipedia.

Por otra parte, ese vargr es sospechosamente parecido al vakner con el que se encontró el obispo armenio Martiros de Arzendjan en su viaje a Fisterra en el siglo XV. Fernando Alonso Romero considera que se trataba de un hombre lobo basándose en el parecido entre vakner y el antiguo nórdico vargr, "lobo" (Xacopedia: Vakner).

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* Fernando Alonso Romero, "Ánimas y brujas de Finisterre, Cornualles e Irlanda", Anuario Brigantino 1999: "En el antiguo camino que iba desde Mallas hasta Fisterra, en dirección a Calcoba, decían que a veces se veían por la noche cajas de muertos y que por allí pasaba la rolda. En realidad, ese era el camino que solían seguir los entierros para ir al cementerio de San Martiño de Duio, de ahí esa relación con la Santa Compaña. Pero la creencia era tan fuerte que incluso se advertía a los niños para que no anduvieran por el camiño sacramental, y los asustaban relatándoles estas creencias; por eso los chiquillos llamaban a ese camino a costa do susto"

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