miércoles, 10 de julio de 2019

La segunda vida de los pazos

Una se queda con un sabor agridulce tras la lectura, imprescindible, del trabajo de Arizaga y Ayán, "Etnoarqueología del paisaje castreño: la segunda vida de los castros" (Los pueblos de la Galicia céltica, 2007, pg. 445-531).

Si en Galicia "el hábitat campesino disperso se ha mantenido con bases firmes sobre (casi) el mismo territorio que ocuparon los castreños prerromanos y postromanos hasta al menos el siglo XX" (pg. 453), si las excavaciones del Castro de Viladonga llevadas a cabo por Chamoso Lamas "obligaban a la investigación gallega a tener en cuenta esos ejemplos de perduración de los castros como espacio habitacional en época tardía, como una pervivencia de la tradición en las áreas rurales" (pg. 482), si con la romanización "la zona meridional galaica y los asentamientos del litoral, muestran una honda transformación urbanística y arquitectónica, mientras que otras áreas del Conventus Lucensis mantendrían la tradición indígena" (pg. 486), si del total de los 103 castros estudiados en A Terra de Lemos e Oincio "el 62 por ciento se mantiene ocupado como emplazamiento habitacional hasta la actualidad: en el 26 por ciento la aldea tradicional se ubica en el propio castro, mientras en el 35,9 por ciento de los casos se sitúa al pie" (pg. 498), si en A Terra de Lemos el 32 por ciento de los castros alberga en la croa o al pie del recinto la iglesia parroquial (pg. 498), etc. ¿Es lícito hablar de "apropiación simbólica y cristianización de los poblados fortificados de la Edad del Hierro" (pg. 512)? Porque una comunidad no se apropia de algo si ya es suyo.

Si tratamos de continuidad deberíamos explicar la creación de núcleos habitacionales nuevos (aldeas) en los recintos castreños o en su periferia como resultado natural de la tendencia a la mejora y comodidad de la vivienda, mientras que en el casco viejo o croa se derrumbaban viviendas antiguas, otras nuevas se iban construyendo fuera, conservando el núcleo fortificado los edificios institucionales, manteniendo por lo tanto su valor simbólico para la población. Por esta razón las primeras iglesias parroquiales, centros de reunión y cohesión social (cfr. el concepto de juntas de freguesia), se situaron donde les correspondía como instituciones que vinieron a cumplir una función política (asamblearia) similar a la que existiría en la Edad del Hierro. La ubicación de iglesias en los castros no obedece, como defienden los autores, a "una clara estrategia de sanción simbólica de un espacio antiguo" (pg. 498).

Pazo de Barallobre al pie del Castro de Barallobre (Santiago de Barallobre - Fene). El pazo fue derruido en 1979 tras considerar el Concello que era la mejor opción ubicar en el solar un Instituto (actual IES O Pazo).

Vista la relación de continuidad castro-aldea y castro-iglesia parroquial como pervivencia del hábitat y su institución de cohesión social, propuesta que ni mucho menos es aceptada por la comunidad de investigadores ("la comunidad investigadora gallega se decanta en su mayoría por posturas maximalistas a pro de la transformación profunda y definitiva del paisaje cultural del noroeste con la llegada de Roma" (pg. 484-485), ¿qué relación de continuidad se establece entre el par castro-pazo, ese tercer elemento vinculado al castro ignorado por los arqueólogos?

Para ser consecuentes con la etimología indoeuropea de *palatiom, "recinto neolítico para el ganado", la cronología relativa de ambas estructuras es inversa a la de las parejas castro-aldea y castro-iglesia parroquial: pazo-castro. Según deducimos manejando argumentos filológicos, los recintos fortificados de la Edad del Hierro se habrían formado en su gran mayoría alrededor de un curro neolítico para ganado ya existente con anterioridad, ¿apropiándose simbólicamente de un espacio previo? Evidentemente no, pues ya era suyo, y tampoco ha de verse motivo simbólico en la construcción de un recinto de habitación estable y completamente funcional.

Así, podríamos suponer que un desequilibrio ecológico a favor de los pastos de invierno a media altura de los valles (cfr. toponimia del tipo Invernegas, Invernallas, Invernadeiro, etc.), que comenzarían a ser frecuentados por el ganado durante un mayor periodo de tiempo, determinó la formación de asentamientos estables junto a ellos en la Edad del Hierro. Se trataría de otra versión de la continuidad del paisaje cultural, semejante a la que enuncian Parcero Oubiña, Criado Boado y Santos Estévez para los petroglifos del área de Fentáns, ligados a pastos de brañas: "their presence is related to the control of pasture and the paths leading betwen different parts of the ancient landscape" ("Rewriting landscape: incorporating sacred landscapes into cultural traditions", World Archaeology, V. 30, nº 1, 1998, pg. 159-176).

¿Castreños? ¿No será mejor paciegos?

Camelia del Pazo de Oca.

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