Otra sorpresa que nos depara la historia de Setestrelo del Códice de Roda (folio 198r) es la del intento de asedio del romano Octaviano sobre las huestes del sidéreo Setestrelo, establecidas en algún lugar de Sumio (Carral). Para su ataque Octaviano construyó un enorme foso ("et fecit fossato magno et uenit ad Septemsiderus et paussauit sua hoste ubi dicitur Sumio"). Pero ni el enorme foso ni las tácticas militares romanas pudieron contra las oraciones que Setestrelo dirigió a su dios, y las tropas romanas fueron derrotadas milagrosamente. Algo extraño ocurrió, desaparecieron, fueron aniquilidas, por eso el lugar recibe el nombre de Sumio; evidentemente la etimología que se propone del topónimo es a partir del latín sumire, "consumirse, desaparecer".
La historia se encuadra en el género de los dindshenchas, antigua disciplina bárdica que explicaba con más o menos acierto la etimología histórica de los topónimos de los principales lugares, importantes por haber tenido lugar en ellos relevantes acontecimientos; aunque a veces operaba al revés, construyendo fabulosas historias mediante etimologías inciertas o directamente inventadas a partir de la resonancia del topónimo.
Lo interesante de esta leyenda es que su autor, en el siglo X, por lo que parece buen conocedor de Carral, documenta la existencia en Sumio de un magno foso que relaciona con un acontecimiento bélico, así como la súbita aniquilación de los enemigos romanos y probablemente de su construcción defensiva, de ahí surgiría el topónimo Sumio. Y he aquí que inmediato al área que ocupa la parroquia de Sumio en Carral se localiza el castro de As Travesas, uno de los mayores de la provincia, con un enorme foso cuya colmatación deliberada, como ritual bélico, es sugerida por Manuel Gago en la entrada Historia de foxos, de su blog Capítulo 0, siguiendo los resultados de las excavaciones de Xurxo Ayán en Neixón, Antón Malde en As Travesas, y Filipe Santos en Torre de Moncorvo.
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