domingo, 27 de enero de 2019

Fatela, Gregorina: dos topónimos camineros

Desde Perales del Puerto subía la Cañada de Ganados con varios paradores o ventorros dispuestos a lo largo de su trazado para atender las necesidades de alojamiento de los pastores y arrieros que circulaban por ella.
Minuta cartográfica del IGN.

En dos de ellos observamos denominaciones relativas a los rebaños que conducían: el Parador de La Fatela y el Parador de Gregorina. En el Ventorro de Porhoras descubrimos a unos pioneros de la daycation; el cobro del alojamiento "por horas reales de estancia" parece haber sido argumento definitivo para que el local se conociese por este nombre tan peculiar.


Parador La Fatela. (C) Zenón Pérez, del blog Sierra de Gata Onírica: Toponimia luso-árabe en tierras serragatinas.

En el blog Sierra de Gata Onírica nos informan de que el topónimo La Fatela podría ser de origen árabe según el arabista extremeño Manuel Terrón Albarrán: en su libro El Solar de los Aftásidas explica que el topónimo vendría de "Fath Allah" (Victoria de Dios), siguiendo la propuesta de Silveira para el Fatela de Évora.

Sin embargo, la condición de Fatela y su parador, al borde de la Cañada de Ganados, nos sugieren la posibilidad de que el topónimo sea un derivado del galaico-portugués fato, "rebaño, conjunto de gente, muchedumbre". En mi opinión, la acepción que más se ajusta es la que proporciona Eladio Rodríguez, según el cual fato es un "rebaño, porción de ganado mayor o menor: un fato de ovellas" (Diccionario Enciclopédico). También, aunque menos probable, es que el lugar de La Fatela pudiese haber recibido esta denominación ya no por los rebaños que se acumularían en sus inmediaciones, sino por el conjunto de huéspedes que se alojaban en el Parador, considerados como un fato, cuadrilla o muchedumbre.

La misma idea se repite en el cercano Parador de Gregorina, cuyo nombre, a primera vista, podría confundirse con el de una supuesta propietaria llamada Gregoria: Gregorina en la forma diminutiva característica del extremeño. Puede ser. No obstante, también puede entenderse como derivado del latín gregem, "rebaño de ovejas". Así encontramos en Cataluña un derivado de gregem en "Valle Gregoria" > Val Gorguina. La forma *gregorina supuestamente derivada de gregem vendría a encajar con los derivados romances del latín pecus, "ganado", como el italiano pecorino (un tipo de queso), o el portugués pegureiro (pastor), y aludiría a la propia vía pecuaria, hoy Cañada de Ganados. Como derivado directo del latín gregem el topónimo se habría originado en un momento temprano de la romanización de Lusitania, ratificando la antigüedad del trazado de las cañadas y cordeles ganaderos.

En Galicia, Gregoriño (Aranga) y O Gregorio (Riós, Ortigueira, As Somozas, A Teixeira) probablemente son también topónimos derivados del latín gregem. En esta línea de investigación, Du Cange ofrece los sustantivos gregaria = "prædii rustici species, ubi grex ovium, ut Vaccaria, ubi vaccæ, nutriuntur" (predio rústico donde pacen los rebaños de ovejas, como en las Vaccaria las vacas")  y gregarius = "pastor, custos gregis" (pastor, el que vigila y cuida los rebaños), que, aunque con diferentes derivativos, son testimonio más que suficiente de su uso.

domingo, 20 de enero de 2019

La Cailleach y la lechuza

No nos sorprende descubrir que en gaélico la lechuza se denomina también cailleach, "la vieja, la bruja". Sucede lo mismo en gallego con la palabra curuxa, que tiene la acepción de lechuza y de vieja bruja.

No vamos ahora a examinar por qué se produce esta identificación importantísima entre el ave y la antigua divinidad paleolítica (Gimbutas, The Living Goddesses, 2001). Sólo señalaremos la existencia en Escocia de una composición lírica denominada la Canción de la lechuza (Oran na Comhachaig), de la que existen varias versiones, que nos permite contextualizar adecuadamente la más famosa versión irlandesa, el Lamento de la Vieja de Beare (Caillech Bérri), encuadrándola en este tipo, puesto que tanto cailleach y comhachag son términos que se refieren a esta ave de connotaciones mitológicas, y ambas composiciones tienen contenidos y una estructura muy semejantes, con reflexiones relativas al paso del tiempo, al deterioro físico del ser humano que conlleva la vejez, a los cambios que se producen en el paisaje, a los héroes del pasado y sus tumbas, etc.

La música de Oran na Comhachaig o Chreag Ghuanach (el abrigo de piedra donde se refugia):

https://youtu.be/AFbxD0TtqLg

Según Antonio A Rodríguez Casal ("Imagen apotropaica y espacio ritual funerario en el megalitismo gallego", Semata, V. XIV, 2002) "la decoración de los ojos-soles hay que entenderla  [...] como una representación esquemática de la Madre Tierra, a su vez deidad protectora de los muertos. A partir del Neolítico puede ser representada únicamente mediante los ojos apotropaicos [...] o tomar forma de un pájaro nocturno (la lechuza), tanto en el Neolítico de Egipto como, por ejemplo, en los ídolos-placa del Megalitismo ibérico".

Observamos el vínculo entre el ave y la muerte en el nombre que recibe la curuxa, passaro da morte, en San Roque de Crespos, Ourense (según recoge Pilar García Moutón).

Cuenco tetralobulado de O Buriz (Guitiriz) con decoración de ojos-soles, localizado en una mámoa del monte Pirleo. (C) Rodríguez Casal.

La diosa prehistórica podrá ser o no la Madre Tierra, pero su representación con ojos de lechuza la liga indiscutiblemente a la divinidad zoomorfa que pervive, tras su antropomorfización, en la Atenea griega, con su inseparable lechuza. La que ve en la oscuridad, Noctiluca. Posiblemente representada íntegramente en contexto funerario en el Anta Pintada de Antelas, como un búho.

Anta Pintada de Antelas. (C) Arqueotoponimia.

Noctiluca es el étimo de lechuza, designaba a aves de mal agüero como los bubones (búhos) porque se creía que el haz de sus ojos era radiante como la luz del sol, lo que les permitía ver en la oscuridad (nota de Perreau a un fragmento de Lucilio). Avieno en su Ora Marítima menciona un templo frente a la costa de Tartessos consagrado antiguamente a esta diosa lechuza.

miércoles, 16 de enero de 2019

El niño inacabado: una versión lagarteira

1. Recogida por Antonio Fraguas Fraguas en su Cantigueiro de Cotobade, Edicións do Castro, 1998:

Ábreme a porta, María,
se non, vouche polas tellas:
teño o fillo comenzado,
voulle facer as orellas
(Cotobade, A Coruña)

2. En el Miño portugués (Xaquín Lorenxo, Cantigueiro popular da Limia Baixa, Galaxia, 1973):

Menina, abre-me a porta,
se não, entro pelas telhas,
o menino ja está feito,
só lhe faltan as orelhas

3. Recogido por Leite de Vasconcelos en As Elhas y publicado en 1933 en su estudio "Português dialectal da região de Xalma (Hespanha)" (Revista Lusitana, vol. 31, números 1-4, pg. 164-275):

Maruxiña, ábre-mi a porta,
si nõ, entro pur as telhas;
traig'u rapazinho feitu,
solo le faltã as urelhas
(As Elhas / Eljas, Cáceres)

4. Recogido en Bustantigu (Allande - Asturias) en 1997. Jesús Suárez López: Cuentos del Siglo de Oro en la tradición oral de Asturias, Museo del Pueblo de Asturias, 1998:

"Una vez era una mujer que quedó embarazada, y el marido marchó pa Madrid. Y el cura pues díjo-y que taba en estáu, que tenía un niño, y que taba todo perfecto, perfecto, menos que-y faltaban los ojos. Si quería que-y los ponía él mismo. Total, ¿qué podía ser que nun fose? Y, bueno, ¡ay Dios!, ella que oyó aquello, ¡encantada de la vida!, que nun fose el hijo a nacer sin los ojos. Conque bueno, con la misma, pues poxo los ojos y… nun sei si los poxo si no, él feixo las veces. Si los poxo o no, nun se sabe".

Normalmente se encajan los cuatro casos en la categoría ATU 1424, "Friar Adds Missing Nose" (el cura añade la nariz que faltaba), en la que se nos presenta la ingenuidad y desconocimiento de la mujer relativos a la sexualidad, concepción y gestación, y cómo es aprovechada por el clérigo para mantener una relación sexual inmoral con el falso pretexto de que de lo contrario el niño nacería sin ojos, nariz, etc.

Por mi parte considero que el caso nº 4 (y la tipología ATU 1424) no es una tipología en sí misma, sino que es una variante que añade la intención corrupta del clérigo, que se aprovecha de una confusión popular muy extendida antiguamente entre concepción y gestación: que el niño se iba completando y formando poco a poco a medida que se iban manteniendo más relaciones sexuales. En los tres primeros ejemplos del ámbito galaico-portugués no aparece ningún clérigo, sino una pareja que cree tener el niño a medio hacer o casi acabado. En el cuarto caso, ni el marido ni el clérigo creen ya en semejante idea precientífica, por lo tanto esta variante es posterior, siendo las tres primeras versiones del cuento las que deberían considerarse prototipo.

Encontramos vestigios de esta antigua creencia en un largo proceso de concepción, que exige varios encuentros sexuales o uno prolongadísimo, por ejemplo en la del héroe irlandés Cu-chulainn, que requiere de tres tiempos, o en la de Hércules, que se concibió en una noche tres veces más larga que las noches ordinarias (Dumézil, El destino del guerrero, Siglo XXI Editores, 1971, pg. 30, n. 20).

Parece relevante, por otra parte, para ir esclareciendo la filiación lingüística de las Falas de Xálima, tener en cuenta no sólo evidencias lingüísticas, sino también el folklore (tradiciones populares, leyendas, etc.) comunes. Con estas tres muestras se va configurando la unidad de un territorio culturalmente más gallego-portugés, que parece separarse del astur-leonés al incorporar éste al personaje del cura.

domingo, 13 de enero de 2019

Monelos - Someso - Martinete - Mesoiro

El nombre del río de Monelos se relaciona con el del topónimo asturiano Muniellos, que según Xosé Lluis García Arias proviene del celta *MUNNO, "montículo", probablemente porque a lo largo de su recorrido podrían observarse pequeñas elevaciones del terreno o tal vez mámoas. 

El río se nos presenta prácticamente canalizado bajo tierra en todo su recorrido. A su paso por los lugares de Martinete y Somedo, donde se juntan el río que viene de Mesoiro y el arroyo que baja del Castro de Elviña, se muestran un par de tramos que se han dejado aflorar como testigos del recurso hídrico soterrado.

Es todavía un enclave de alto valor etnográfico (hórreos, reloj de sol, vestigios de un mazo para lino o batán: el martinete). Y mantiene, a pesar de las agresiones que ha sufrido, una pequeña muestra de biodiversidad, con vegetación de ribera umbría (la bióloga Leticia G. Becker identificó especímenes de hepáticas durante el roteiro de este fin de semana; según la Wikipedia las hepáticas "se encuentran en los bosques húmedos y en cortes de terrenos en condiciones muy húmedas y sombrías" ).

(C) IGN. Planimetría de Someso-Castro de Elviña.

Viene al caso la hepática porque sustenta la propuesta etimológica que proponemos para el topónimo Someso, del latín submersum, "sumergido, por debajo del nivel freático". Lo encontramos como topónimo en documentos de Celanova de principios del siglo XI: "vobis domno Cresconio facimus vobis cartula vendicionis de vinea nostra propria que habemus in villa de Submesso" (Fuente: CODOLGA).

Además, con la observación in situ podemos aportar evidencias de que la zona, a pesar del soterramiento del río, se inunda todavía con facilidad, muestra de que estuvo efectivamente bajo el nivel freático antiguamente; es decir, que el propio cauce era más ancho y ocupaba parte de la actual llanura de inundación. Someso sería, por lo tanto, un hidrónimo proveniente del latín "(locum) submersum" = lugar sumergido. Un lugar sumergido que acabó emergiendo, aunque todavía imperfectamente, pues continúa semi-encharcado.

Lentejas de agua que forman una fina película en la superficie anegada junto a las escalerillas próximas al martinete. (C) Andregoto Galíndez, 2018.

Respecto al topónimo Martinete, no presenta ningún problema etimológico al tratarse de un término documentado y en uso hasta hace poco. El martinete es un mecanismo hidráulico, un mazo (para ferrerías) o un batán (para lino).

Ya en la zona alta del curso fluvial el topónimo Mesoiro resulta más interesante, pues podría relacionarse con el mismo radical que vimos en la zona baja, siendo también un derivado de mersus, o bien provenir del latín mansionarium > Mesoiro / Mesoeiro, que no tienen que ver con las mesas (latín mensam), sino con los lugares de habitación. El glosario de Du Cange define a los mansionarios como "Manentes, Hospites" / "Qui mansionem alienam incolit, inquilinus". Véase Cabeza Quiles, Toponimia de Galicia, sub Meixoeiro.

miércoles, 9 de enero de 2019

La lengua romance vasca / Joaquín Caridad Arias

En la obra La lengua romance vasca: vocabulario comparado castellano-vasco y vasco-castellano ante el latín y otras lenguas indoeuropeas (El Tablero de Piedra, 2012) el filólogo Joaquín Caridad Arias ha emprendido la ascensión al Annapurna de la lingüística europea, solo, sin oxígeno y en pleno invierno: su primer ochomil, cuyo objetivo es el estudio etimológico de todo el léxico eusquera. Su segundo ochomil es Tres mil nombres vascos (CreateSpace, 2016), centrado en el estudio de la onomástica euskera, toponimia y antroponimia.

Para cualquier lingüista el difícil problema de la filiación del euskera es un reto que, por inasumible, ha quedado reducido por consenso a afirmar su indiscutible carácter no indoeuropeo. Los lingüistas, por la extrema dificultad de abordar la cuestión, han acabado desistiendo y abandonando: ha habido intentos de todo tipo que trataron de emparentar por ejemplo el vasco con el íbero, el etrusco, el bereber, el armenio, etc. y todos ellos fracasaron estrepitosamente.

El último y con más trascendencia mediática fue aquel breve artículo de Hammel y Vennemann, "Le vascon, première langue d'Europe" (Pour la Science, nº 299, 2002) donde se exponía renovada la tesis de corte goropianista iniciada por Esteban de Garibay en 1571, que consideraba al vasco una de las lenguas de Babel, traída a la Península por nada menos que Tubal. En su exposición, estos dos autores, sin marco metodológico alguno, tras tirar directamente por la borda todos los trabajos previos sobre la antigua hidronimia de Europa (Krahe, Bascuas, Villar, Moralejo, etc.), que demostraban que los nombres de los ríos europeos eran antiquísimos e indoeuropeos, pasaron a proponer que toda la antigua hidronimia europea podía interpretarse desde el euskera, una lengua no indoeuropea, y de ello extraían el corolario de que el vasco era una reliquia o fósil lingüístico de la primitiva lengua de Europa que se hablaba en la Prehistoria.

En este punto traemos a colación el excelente trabajo de Almagro Gorbea, que también maneja Caridad Arias en sus dos obras, "Etnogénesis del País Vasco. De los antiguos mitos a la investigación actual" (Munibe, Antropologia-Arkeologia, nº 57, 2005): "Debe revisarse el mito de la supuesta personalidad prehistórica del País Vasco y su origen ancestral, idea caduca que se mantiene desde hace tantos años a pesar de estar en contradicción con los avances en todos los campos de estudio. No se puede construir una prehistoria actual con tesis míticas que van contra todas las evidencias científicas".

El vasco-iberismo de von Humboldt (1821) también fue una teoría que tuvo mucho peso hasta el siglo pasado; según ella los celtas (indoeuropeos) habrían penetrado en la Península Ibérica en oleadas sucesivas asentándose sobre las primitivas poblaciones indígenas, vascas e íberas (estrechamente emparentadas y con lenguas de tipo no indoeuropeo). Nada de esto sucedió así, pues el territorio que hoy ocupa el País Vasco estaba habitado en la antigüedad por los várdulos, los caristios y los autrigones, pueblos indoeuropeos (Almagro Gorbea, op. cit.); lo que explica que no haya rastro de la lengua euskera al sur de los Pirineos en época antigua (ni toponimia citada por los autores clásicos, u onomástica conservada en textos epigráficos).


Selección de citas bibliográficas mencionadas por Joaquín Caridad Arias en su última obra: Tres mil nombres vascos: Trask, Gómez Moreno, Caro Baroja, Wulff, Gil Bera, Almagro Gorbea, Villar y Prósper.

El problema de la teonimia aquitana


¿Y en la Aquitania? En Aquitania sí hay documentos epigráficos supuestamente en euskera. En el excelente estudio de Juan C. Vidal, "El aquitano como lengua céltica (o vascones en Aquitania)" (Nouvelle revue d'onomastique, nº 54, 2012) se aclara definitivamente que en la Aquitania la lengua de sustrato era de tipo céltico, y que únicamente en torno a Comminges existió teonimia y antroponimia de tipo euskérico, hecho que el autor explica por la instalación en el lugar, tras las guerras sertorianas, de los convenae que hizo bajar de las montañas Cneo Pompeyo ("una caterva de bandoleros y gentes traídas de todos los rincones").

Así pues, en Aquitania, aún siendo un territorio lingüísticamente céltico en la antigüedad, hay en torno a Comminges, y menos a medida que nos alejamos de este centro, "una aplastante mayoría de dioses no-indoeuropeos" (Gorrochategui, apud Juan C. Vidal):

"Aereda, Ageioni / Ageioni Bassiario, Aherbelste, Alardossi / Alardosto, Andosso, Arardo, Arixo, Artahe / Arte, Astoilunno, Baeserte, Baiase / Baiosi / Beisirisse, Baicorisso / Baigorixo, Bascei, Harausoni, Eberri, Ele, Erdae, Erge, Garre / Garri, Haloassi, Horolati, Idiatte, Ilixoni, Iluni / Ilunni, Iluroni, Ilurberrixo, Ilumber-, Iscitto, Leherenno, Suhugio / Sutugio, Vaxo, Xuban".

"Los que pueden ser considerados como indoeuropeos son escasos: Abelioni, Arpenino, Bocco, Borienno, Carpento, Edelati, Exprcennio. En cuanto a la novedad de Oidrito (AE 2004, 911), se debería sumar a los indoeuropeos por contener muta cum liquida. En el territorio circundante se dan igualmente deidades no indoeuropeas: el novedoso Arsilunno hallado en Argein (Bourdoncle et al.) y Haloisso (Gajan, Ariège, homónimo del conveniano Haloassi) se hallan al este, luego Arhe (Lombez, G), Lurgorr- (Sariac-Magnoac, HP) y Herculi Toli Andosso (St-Élix-Theux, G) se hallaron al norte. Al oeste únicamente tenemos Montibus Ageioni ya en la vecina comarca de Bigorra (Baudéan, HP), el cual se relaciona con el Ageioni / Ageioni Bassiario de valles vecinos, por lo cual se ha pensado que representa al genio del monte Bassia (de hecho los hallazgos epigráficos fueron en Rebouc y Asque, poblaciones que están en la falda de dicho monte)".

Chomolungma


En las dos obras de Joaquín Caridad Arias que estamos reseñando se emprende, como decíamos, la tarea de demostrar fehacientemente el carácter de lengua neolatina del euskera, aspecto que ya era conocido por parte de los expertos (cfr. p. ej. "Materiales para una historia de la lengua vasca en su relación con la latina", J. Caro Baroja, 1946, o "El elemento latino-románico en la lengua vasca", Mitxelena, 1974).

En la primera de ellas se presentan en forma de diccionario etimológico las etimologías latinas (y también célticas o germanas, pero en menor medida) de todo el léxico vasco: muchas de ellas ya nos resultaban familiares, como gurutze < latín crucem, "cruz"; otras han sido propuestas por distintos autores, y me habría parecido útil que se hubiesen citado en breve referencia bibliográfica, como soberna, "temporal" < latín aqua superna, "de arriba, profunda" (Schuchardt), sagar, "manzana" < latín saccharum, "dulce, azúcar" (Fidel Fita y Colomé). A continuación proporcionamos algunos ejemplos de lo adecuado de las etimologías que se recogen en la obra:

abere, "ganado" < latín habere, "poseer, tener"- cfr. el castellano haberes, "pertenencias"
asmatu, "adivinar" < latín aestimar, "examinar, valorar" - cfr. castellano asmar, "pensar, discurrir, estimar, imaginar, juzgar, sospechar"
azturu, "adivino" < latín astrum - cfr. astrólogo, adivino
buru, "cabeza" < indoeuropeo *bhru, "frente, cabeza" (considerado por J. Blevins como préstamo del celta o del germano al euskera)
eder, "hermoso" < germano edel, "noble"
txabola, "casucha" < latín caveola, "excavación subterránea, cueva, bodega"
ziziri, "lenteja" < latín cicera, "garbanzo"

Asimismo, el autor ofrece unas mínimas pautas para desenvolverse y comprender las evoluciones que experimentó el latín en su transformación en la lengua románica euskera. En mi opinión estas singulares evoluciones propias del euskera, aunque no exclusivas de él, tendrían que haber sido objeto de un desarrollo pormenorizado en la introducción, para evitar la incomodidad de ir viéndolas o deduciéndolas a medida que se avanza en la lectura del glosario. Así, la explicación de la permutación p-q, que podría aclarar la tipología de lengua céltica del antiguo euskera (¿celta p- o celta q-?), se limita a unas breves líneas en las que se nos presenta como una simple alternancia. El caso del céltico insular mencionado por el autor, Quatrige > Patrick, no es una alternancia p/q, sino una evolución propia de las lenguas célticas britónicas en las que el grupo kw- evoluciona a p-. Los escasos ejemplos que aduce, podaiña / kodaiña, "guadaña", o el latín *quarquara / quacquara, "codorniz" > euskera parpara, no nos sirven en este punto para establecer la tipología céltica del euskera.

La lengua romance vasca se articula como un compendio etimológico que refrenda, con base en una aplastante cantidad, el carácter de lengua neolatina del euskera; en este sentido la tesis de Caridad Arias no es novedosa. La novedad de su estudio estriba en que niega la existencia de cualquier atisbo de sustrato no indoeuropeo en el euskera, afirmando que "el celta aquitano [indoeuropeo] aparece como el sustrato prelatino de la lengua vasca": por un lado existirían lenguas romances plenamente evolucionadas y por otro las vascas, que "podríamos calificarlas de romances incipientes, con una fuerte pervivencia del sustrato celta [aquitano] debido a las circunstancias geográficas y poblacionales [de aislamiento] en que les cupo formarse. La fase final de su desarrollo sería similar a la de otras en una etapa más antigua de su evolución (¿quizá por el siglo VI al VIII?). De hecho las lenguas vascas constituyen un documento único, cuyo arcaísmo es considerablemente mayor que el de las lenguas retorromances alpinas".

Se trata, sin duda, de una idea original fundamentada en la celticidad del sustrato lingüístico aquitano, y que Caridad Arias emprende enfrentándose al problema central de la onomástica aquitana de la zona de Comminges, considerada no indoeuropea y euskera por la mayor parte de los expertos, como vimos, y a la que nuestro investigador se aproxima desde las lenguas célticas.

Se pueden suscitar cuestiones con respecto a algunas de sus propuestas, por ejemplo el teónimo aquitano Andosso, que Caridad relaciona acertadamente con el céltico ande / ando, "grande", o con el étimo latino grandem (también adecuado, por el rechazo del euskera a los grupos de muta cum liquida, que tiende a resolver por vía de elisión o epéntesis de vocal de apoyo). Andosso perdería así su supuesta cualidad no indoeuropea. Pero entonces no se entiende cómo, en relación con Andosso, el autor cita el antropónimo Andobales (Indibil), sin percatarse de que Andobales es variante celtíbera del nombre púnico Hannibal. Peccata minuta.

Por otra parte, en su estudio se evita tocar otra gran dificultad que presenta la lengua vasca, no ya la onomástica aquitana supuestamente no indoeuropea, sino la cuestión de la ergatividad morfosintáctica del vasco, que se hace notar en un estadio temprano en las Glosas Emilianenses (1).

Entre las evidencias del paradigma verbal que emparentan al euskera con las lenguas románicas Caridad Arias destaca el uso del supino latino como infinitivo (landatu, del latín plantatu).

Asimismo, trata la pérdida de p- inicial en euskera en relación con el mismo fenómeno que se produce en las lenguas célticas: p. ej, el mencionado landatu, u oste, "posterior, de atrás", del latín post, "después", que se nos presenta en el céltico peninsular en el bien conocido caso de Ledesma < Pletisama, "la muy plana".

En el léxico advierte la frecuencia con la que se produce en euskera la "confusión de los nombres que designan plantas y animales". Ya notamos el término ziziri, "lenteja", que en latín parece ser que designaba al garbanzo. En cuanto a los nombres de animales, Caridad destaca los casos de otso (lobo), luki (zorro), y txacur (perro), que respectivamente remiten al latín ursus, "oso", a etimologías indoeuropeas lykos / lupus, "lobo", y al latín catulus, "gatito, cachorrito".

El caso del euskera hartz, "oso", lo explica desde el céltico *artos (antiguo irlandés art, "oso"), siguiendo, entre otros autores, a Trask (The History of Basque, 1997), que considera esta etimología una de las más seguras e interesantes. Sigue también propuestas clásicas cuando suscribe que el galo-romano *esox (formas isicius / esocis) es el étimo del nombre euskera del salmón, izoki.

Un dato importante que resalta en la formación del léxico euskera es que "la relativa escasez de morfemas disponibles conduce a la creación de circunloquios explicativos": ur-txakur (perro de agua) = nutria; katagorri (gato rojo) = ardilla.

Con estas breves notas podemos comprobar que la amplísima selección de etimologías que nos ofrece Caridad Arias en esta obra dedicada a la lengua vasca se rige por estrictos principios de calidad, sin duda debidos a su formación como lingüista, que le permite discernir la adecuación de las soluciones etimológicas que propone o selecciona de las fuentes bibliográficas que maneja; nos hubiera gustado conocerlas en detalle, aún a costa de duplicar o triplicar el volumen de la obra.

En cuanto a Tres mil nombres vascos, asumida la celticidad del sustrato lingüístico de la zona aquitana y del territorio de los várdulos, caristios y autrigones, y la tardía instalación sobre ellos de poblaciones de habla romance euskera procedentes de la zona pirenaica, es posible sostener, como explica Caridad, que gran parte de la toponimia céltica de estos lugares haya sobrevivido oculta, euskerizada, adaptada a la nueva lengua o interpretada desde la nueva lengua, lo que también podría aplicarse a los patronímicos euskeras en la medida en que puedan remitir a topónimos o a antiguos patronímicos célticos.

Se trata del fenómeno, bien conocido y estudiado, de la etimología popular, que se fundamenta en el principio de homonimia / homofonía, y cuya errónea lógica funciona de la siguiente forma: si los antiguos topónimos de la vieja lengua suenan igual o parecido a palabras de la nueva lengua, significan lo que significan en la nueva lengua y son palabras de la nueva lengua. Algunos ejemplos universales de toponimia adaptada a segmentos significantes de una nueva lengua que se va creando o superponiendo en un territorio dado: Cuauhnáhuac (en idioma nahuatl), que acaba siendo sentido como Cuernavaca por los españoles en América; O Leigario (Galicia), sustantivo obsoleto que pasa a ser interpretado como el nombre propio Olegario (latín laicarium, "terreno laical"); el goidélico irlandés Sliabh, "colina", interpretado como el inglés Sleeve, "manga", cuando se produjo la colonización inglesa de Irlanda.

Este tipo de trabajos, de extrema dificultad, requieren siempre que sea posible el apoyo de fuentes antiguas que sustenten las propuestas etimológicas, así como enfocarlos principalmente a la topografía del terreno. En este aspecto no subscribo totalmente el método comparativo de Francisco Villar, que parece seguir Caridad Arias, de comparación de topónimos aún "siendo consciente de que no pocos de ellos no pertenezcan probablemente a la misma etimología, sino que sean el resultado de meras homofonías fortuitas" (Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania preromana, 2000), a pesar de ello sí lleva razón en que "las coincidencias pueden ser atribuidas al azar tan sólo si son escasas y no sistemáticas. Basta con que sean numerosas para que el azar quede descartado por un mero cálculo de probabilidades. Si, además de numerosas, las coincidencias son sistemáticas, entonces son prueba de parentesco genético" (F. Villar, op. cit.). Esta es la visión de conjunto que cabe deducir de la onomástica euskera (toponimia y antroponimia) estudiada por Caridad Arias: la toponimia euskera presenta grosso modo fuertes afinidades genéticas con la céltica.

La escalera china


Retomando la alegoría alpinista; la escalera china es una escalera de aluminio que la expedición china al Everest (1975) colocó en el segundo escalón a la cima, a 8.600 metros de altitud, para facilitar el paso. Sin ella la culminación hubiese sido imposible.



Podemos subscribir, junto con Caridad Arias, que el problema de la onomástica aquitana no es impedimento para considerar al euskera, como defiende el autor, una lengua de sustrato céltico muy arcaico, cuya conversión en lengua neolatina ha quedado estancada, presentando un estadio incipiente de romanización. Esto es así porque el subconjunto de teónimos (y la onomástica en general) que se conservan en cualquier estadio antiguo de una lengua dada son con frecuencia materiales antiquísimos de diferentes procedencias, que no han de tomarse como representativos de la misma: "por lo que respecta a las religiones y divinidades europeas, sus raíces se remontan al bronce, al neolítico y probablemente ya al paleolítico. En estos teónimos arcaicos pueden rastrearse radicales de distintas culturas y fechas - a menudo con diferencias de milenios y de distintas procedencias" (2).

La escalera china que ha colocado el lingüista tal vez nos permita al resto coronar la cumbre siguiendo su ruta por la cara nordeste del Chomolungma.

Retorno al Campamento Base


Quedan, a mi juicio, dos aspectos importantes por explorar en la cuestión del sustrato original del euskera y en cuanto se refiere a su tipología, puede que intrínsecamente relacionados.
  1. La procedencia pirenaica de la mayoría de los convenae que se establecieron en Comminges, y su consecuencia directa: la aparición, en torno a Comminges, de un subconjunto de material léxico (la mal llamada onomástica aquitana) que sin duda es de origen pirenaico, debido a este éxodo de gentes procedentes de las montañas del Pirineo.
  2. La conformación de una comunidad multicultural / multilingüística (convenae) en torno a Comminges, que podría haber favorecido la creación de una lengua de tipo creole.
En cuanto a la actual extensión geográfica del euskera, el autor en todo momento defiende una vasconización tardía que partiría de la zona pirenaica: el euskera, esta supuesta lengua céltica medio romanizada, se habría ido instalando paulatinamente hasta la Edad Media en los actuales territorios que ocupa. En mi opinión, también sería posible pensar que en la Aquitania, en el territorio de várdulos, caristios y autrigones, o en zonas de Navarra, todos ellos de habla céltica arcaica, se produjo simultáneamente este proceso de romanización "imperfecta" que originó las distintas variedades de euskera.

Por otra parte, los sugerentes estudios de Caridad Arias sobre el léxico y onomástica euskera, han de complementarse con la lectura de otros estudios parciales previos, como el de Gómez y Sainz (1995), que defendieron una antigua estructura oracional verbo-sujeto-objeto VSO en vasco, comparable a la del antiguo celta (On the origin of the finite forms of the Basque, 1995).


(1) Con respecto a la ergativadad, nos apuntamos a la expedición como el sherpa Tensing Norgai, y recordamos nuestra propuesta de que la ergatividad en euskera es un fenómeno relativamente reciente, tal y como se desprende del análisis de las Glosas Emilianenses. El caso ergativo aparece únicamente en las glosas relacionado con la voz pasiva latina, y con un valor actancial de paciente en una estructura causativa. "El caso ergativo con valor de agente aún no existía. La extensión de las marcas a todos los casos de biactanciales y un cambio en la función son fenómenos posteriores que habrá que explicar, y son, a su vez, causa de la desaparición de la primitiva estructura causativa" ("Ergatividad-causatividad en las Glosas Emilianenses euskeras, Dolores González de la Peña, 2006).
(2) Comunicación personal de Caridad Arias.