Lewis-Williams no tuvo ningún reparo en utilizar el folklore (mitología) de los indios norteamericanos y de los bosquimanos San para explicar el arte rupestre como plasmación de creencias transmitidas oralmente; uno y otro son dos caras de la misma moneda, un único producto de la mente humana modelada por la caverna, o mejor, de la caverna / roca modelada por la mente.
Los expertos en arte rupestre paleolítico destacan que para la creación de las figuras animales con frecuencia los artistas aprovecharon los relieves, texturas y colores de la roca integrándolos en el diseño. En mi opinión no es una conclusión correcta porque más bien los artistas paleolíticos lo que hicieron fue rescatar de la roca la figura oculta en ella, como hacía Miguel Ángel. Por este camino tiran Clottes y Lewis-Williams en
Les chamanes de la préhistoire, aunque desde esta perspectiva parecería innecesaria la hipótesis del chamanismo que sostienen ambos autores, pues la raíz del arte rupestre paleolítico, y del arte en general, se explicaría por el fenómeno mental denominado pareidolia, por el cual el ser humano es capaz de identificar o abstraer, por ejemplo, ovejas de ciertas formas de las nubes sin necesidad de pintar o esculpir nada, o flores, mariposas, murciélagos... de las manchas de tinta que se utilizan en el test de Roschard.
Johannes Scheffer, en su
Laponia, nos explica que los
seita o dioses lapídeos de los saami eran rocas naturales con formas. En particular había una con forma humana en una isla en medio de una catarata del lago Tornetrask.
En la mente imaginativa del creador, que Lewis-Williams y Clottes convierten en
chamán, la forma preexiste a su plasmación, el arte al artificio, lo que podríamos resumir como el
arte sin el arte. Veremos más abajo que es esta capacidad de ver y
hacer visible a los demás lo que no puede ser visto lo que define al
creador o, si se prefiere, al chamán, y veremos que en el pasado la imaginación, la
capacidad de ver ovejas en las nubes, o bisontes en los abultamientos
del techo de Altamira, no se conseguía con facilidad, y era probablemente provocada por el consumo o
aplicación de drogas.
Culto a los antepasados o a los dioses ante un hito con forma natural de rostro humano (Siberia, colección del Museo de Novosibirsk).
Forth, en
Hominids, hairy hominoids and the science of humanity (2005), cree encontrar el recuerdo de especies extinctas hace 13.000 años en el folklore de la Isla de Flores; en estas leyendas los seres denominados Reba Ruek, que habitaban la cueva con estalactitas de Liang Bua, podrían ser la pervivencia legendaria de la especie Homo Floresiensis. Una profundidad temporal semejante o incluso mayor podría suponérsele al folklore europeo de las
fées, anjanas y encantos.
Francesco Benozzo ha señalado recientemente en su interesante
Credenza preistorica e leggenda agiografica: chi é preda e chi predatore?
la posibilidad de que la leyenda hagiográfica de San Pellegrino
dell'Alpe sea versión cristiana de un mito prehistórico que denomina
il Signore degli animali, lo que supone otro acercamiento a la profundidad temporal del folklore.
Sentados estos precedentes, y puesto que conservamos el folklore y los necesarios informantes, nada impide proponer que el arte rupestre europeo sea plasmación de un mito, como ya había sugerido Leroi-Gourham para la famosa escena del pozo de Lascaux.
La potencia estratigráfica temporal del uniforme folklore europeo podría ser mucho mayor de lo que se cree. Partiendo de la base continuista de la
Teoría de la Continuidad Paleoeuropea podemos presuponer que el folklore europeo, los cuentos de viejas, ya estaba consolidado hace por lo menos 30.000 años tal y como lo conocemos hoy, conformando un corpus prehistórico coherente, e idéntico al mito que ha llegado vivo hasta nosotros a través de la transmisión oral. Que el arte rupestre prehistórico puede ser la versión gráfica de estas leyendas se apoya en la constatación de dos hechos:
- los temas y las narraciones del folklore de las grutas y los del arte de las cavernas son muy similares, si no idénticos. Nos cuentan fragmentos de una misma historia. Una historia ciertamente extraña e incomprensible, modelada por la acción de la mente sobre la caverna-roca.
- las zonas geográficas que ocupan el arte rupestre paleolítico franco-cantábrico y el folklore de las grutas no se superponen, este último se dispersa por un área más amplia, por lo que la coincidencia temática entre leyendas y motivos artísticos no puede justificarse recurriendo a supuestas incursiones puntuales de lugareños en unas grutas pintadas que, recordémoslo, aún no estaban oficialmente descubiertas cuando se comenzaron a recopilar los mitos paleoeuropeos. El folklore o mito es muy anterior a su expresión artística, y aunque se retroalimenta con ella no surge de ella.
Oí encajar con un
clic mental esta hipótesis cuando leía por encima a Leon Coutil: en su
Inventario de los descubrimientos arqueológicos de Normandía (1896) nos cuenta que en Mantilly existía una leyenda según la cual en el abrigo rocoso de la Maison des Sarrazins se ocultaba al
fondo un
toro negro. Y es que en la topografía de las
cuevas pintadas la ubicación final, según demuestran los trabajos de
Leroi-Gourham, se reservaba para plasmar a los animales peligrosos. El folklore aparentemente reciente y el arte prehistórico mostraban así una primera coincidencia.
Toro negro de Lascaux. (C) Ministère de la Culture et de la Communication (France).
En una época en que el lobby académico todavía consideraba que el arte parietal paleolítico era un fraude de Sautuola, Sébillot, ajeno a todo esto recopilaba el folklore de las grutas y nos hablaba de las Margot-la-fée, "nom qu'elles portent dans la partie centrale des Côtes-du-Nord; possédaient des boeufs et des vaches qui sortaient le matin de leur résidence souterraine et n'y rentraient que le soir" (Sébillot: Le folklore de France).
Bóveda de las vacas rojas, Lascaux. (C) Ministère de la Culture et de la Communication (France).
En otra leyenda recogida en 1845 por
Lochet se cuenta que en el fondo de la
Grotte Margot habita la señora Margot, si se desea doblegarla para coger el tesoro que custodia se le ha de ofrecer una gallina negra: en cierta ocasión un trapero equipado con el ave se adentra en las profundidades de la cueva y dos días después se encuentra su cadáver en un sima. Una variante anterior de esta historia se plasmó en la representación mítica que Leroi-Gourham creía adivinar en el panel del pozo de Lascaux; un mito que posiblemente ya era un mito hace milenios.
Escena del pozo de Lascaux.
Según el folklore recopilado, en las grutas, en "los cóncavos y soterraños", vivían unos
espíritus femeninos denominados
fées, anjanas, lamiñac,
sorcières... que a veces aparecían en grupos de tres.
"Le Bon Dieu les a créés avant les hommes" (La grande encyclopédie des lutins, Dubois y Sabatier). En ocasiones adoptaban la forma de animales (Sébillot:
Traditions et superstitions de la Haute Bretagne, pg. 91). La mayor parte de las veces eran
invisibles para los hombres, a no ser que se frotasen los ojos con un
ungüento que proporcionaba la
clarividencia, ya que de día era difícil verlas, aunque de noche todo el mundo las veía (Sébillot:
ibid. pg. 88); práctica chamánica que podría ser un argumento para apoyar por lo menos parcialmente la tesis principal de Lewis-Williams y Clottes.
Tres fées en la Roc aux Sorcières, Angles-sur-Anglin. La de la derecha es una figura hibridada con un bisonte.
Las cuevas pintadas tienden a ser monotemáticas, o cuando menos los grandes paneles reiteran hasta la saciedad un tema animal. Las
fées también tenían ganaderías monotemáticas, poseían casi todo tipo de animales, las de tal cueva, cabras, las de tal otra, caballos... principalmente eran dueñas de enormes rebaños de bueyes, que guardaban en sus establos subterráneos. Los bueyes de las hadas eran
invisibles, excepto para la pastora que los guardaba (Sébillot:
ibid., pg. 93 y 119). La invisibilidad, que aparece en más ocasiones en la recopilación de Sébillot, podría indicar la dificultad a la que se enfrentaba en el pasado la mente humana a la hora de abstraer las figuras de sus mitos, de imaginarlas a partir de la superficie rocosa.
Establo de las anjanas. (C) Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira - P. Saura.
"La xana tiene ganado, toros y vacas preferentemente", Constantino Cabal, Los dioses de la vida.
Abrigo de Petón da Campaíña en Corme, con relieves femeninos. Fotografía cortesía de Pablo Novoa.
Las hadas, si alguna vez existieron, han desaparecido, las cuevas que habitaban se han cerrado lentamente (Sébillot). Nos queda la correlación folklore-arte rupestre para intentar comprender el mitologema paleolítico. Nos quedan los nombres de gran número de cuevas pintadas, que coinciden con los nombres de sus posesoras en el folklore. No creo, como Forth para el folklore de Flores, que esta historia oral y gráfica sea el recuerdo legendario de una especie extinta, creo que es una historia inventada por el ser humano a cerca de unos poderosos espíritus femeninos que poblaron las cuevas, más antiguos que el hombre, posesoras de enormes riquezas en forma de ganado, sabias, curanderas, madres, a las que se les rendía culto como diosas. También nos queda, siguiendo a Benozzo, la idea de que es mejor renovarse que morir, que los mitos depredan creencias posteriores para no desaparecer.
Oquedad en forma de mandorla en la gruta de Massabielle, donde Aquero (Ella, la Señora) se le apareció a Bernardette Subirous.
La historia de la señora oculta en las entrañas de la roca, al completo, ha sido recogida por centenas de folkloristas; dos de ellos han sido mi principal fuente de inspiración, el francés Sébillot por su rigor escrupuloso y práctica presentación, y el asturiano Cristobo de Milio Carrín (
La creación del mundo y otros mitos asturianos).