En el arte románico es muy conocida la figuración del pecado de la lujuria en su vertiente femenina; consiste en la representación de una mujer con los senos desnudos que son aparentemente atacados o mordidos por serpientes o algún otro tipo de reptil o batracio, como por ejemplo sapos. Todos los estudios, tanto extranjeros como españoles (la reciente tesis doctoral de F. Vila-Belda Martí, el estudio iconográfico de M. Poza Yagüe, o el de Nodar, etc.), coinciden en señalar lo que parece evidente, que este tropo muestra el castigo infernal que se le depara a la mujer lúbrica, infrigido mediante la mordedura de los reptiles en su cuerpo, concretamente en la zona más erógena del cuerpo femenino en la antigüedad, el pecho.
Los investigadores, asimismo, parecen estar de acuerdo en que el origen del tema de las serpientes mordiendo los senos de las pecadoras lujuriosas se remonta al tema clásico de la Tellus romana, la diosa Tierra que amamanta a sus criaturas. El icono clásico se habría contaminado con la ideología profundamente misógina del cristianismo medieval produciéndose un error interpretativo del amamantamiento / succión como mordedura / castigo, a partir de la consideración de la serpiente como símbolo del mal, y de la concupiscencia femenina como inmunda o repugnante, por tanto merecedora de semejante suplicio infernal.
Estas conclusiones son discutibles, principalmente porque el tema, tanto en su aspecto formal como significativo, no estaría completo sin una importante contribución de la mitología gallega conservada en su folklore y estudiada por Criado Boado en "Serpientes gallegas: madres contra rameras". Es el motivo de la serpiente que mama, que en el folklore gallego es, como demuestra el autor, "una metáfora del orgasmo femenino producido por la manipulación de los pechos de la mujer". Resumiendo la leyenda de nuestro folklore: la serpe que mama succiona la ubre de la vaca o la teta de la mujer con tanta suavidad, y le produce tal goce, que la hembra diferencia muy bien cuándo lo hace su cría y cuándo el reptil, por eso una vez probado el goce sensual no querrá volver a amamantar a su cría, pudiendo llegar a enloquecer si la serpiente no le dispensa más placer sexual.
La Lujuria femenina en un capitel de la girola de la Catedral de Santiago. (C) Josercid
Según vemos en esta leyenda muy difundida por toda Galicia, esa serpiente que mama, que es la misma que encontramos en las representaciones del románico (1), no muerde ni ataca el pecho femenino, no supone un castigo para la pecadora libidinosa, sino que simboliza en su actividad succionadora el mecanismo que desencadena el placer sexual de la mujer, el orgasmo. Tenemos quizá la utilización del reptil como representación de un instinto primario, de una sensación animal. Y es probable, por lo tanto, que la mujer en general desmelenada y desnuda, con gestos interpretados por los expertos en iconografía como de agonía y dolor por las mordeduras, que aparece en los relieves románicos, sea más bien una mujer en pleno éxtasis sexual plasmado de forma grotesca para mover a la repugnancia. El objetivo era igualmente inhibir la sexualidad femenina, y para ello se la contraponía a la función maternal, formulando falazmente una elección con dos elementos que realmente no se oponían pero se presentaban como incompatibles.
La Lujuria masculina en un capitel de la ermita de Nosa Señora da Mercede, Chanteiro.
(C) Dolores González de la Peña
(1) Tal y como había notado ya M. Tenreiro Bermúdez en A lenda melusínica no folklore galego: Apuntamentos sobre o culto e o popular, pg. 273, n. 38 (De culturas, lenguas y tradiciones, II Simposio de Estudios Humanísticos, Ferrol, 2006).