Estoy leyendo con mucho interés el libro de Sergio Ríos González sobre Los baños castreños del noroeste de la Península Ibérica (ed. Ménsula, 2017). En particular, en el capítulo que dedica a contextualizar el termalismo castreño cronológica y culturalmente me he encontrado con el testimonio de la construcción de una sauna improvisada en el siglo V por parte del galo-romano Sidonio Apolinar. Desconocía el relato, pero no el sistema de la sauna de campaña, que también se practicó en Galicia como veremos a continuación.
La sauna de campaña que improvisó Sidonio Apolinar es descrita por él mismo en una de sus epístolas: "una vez pasada la pesadez del mediodía, cabalgábamos un poco, para aligerar más fácilmente los estómagos repletos y hacer hueco para la cena. Ambos anfitriones tenían baños en la casa, ninguno en uso. Ahora bien, cuando la muchedumbre de bebedores de mis servidores y dependientes, con los cerebros dominados por las copas colmadas de los anfitriones, hubo dejado de beber, se excavaba rápidamente una fosa en la fuente vecina o en el río, que, tras depositar en su interior un buen montón de piedras calientes, se convertía en fosa ardiente. Después de tejer una covacha con varas de avellano en forma de semicúpula, echábamos sobre ellas pieles de cabra de modo que los intersticios, privados de luz, se oscurecían e impedían la salida del vapor producido por la aspersión de agua hirviendo sobre las piedras caldeadas. Aquí nos pasábamos las horas, entre jugosas y pícaras conversaciones, hasta que, vestidos y rodeados por el hálito de una niebla intensa, empezábamos a sudar saludablemente, y una vez bañados en sudor, en la medida en que nos apeteciese, nos metíamos en el agua caliente, cuyo calor secaba nuestra desnudez, y resuelta e inmediatamente nos fortalecíamos en la frialdad del pozo, la fuente o la corriente del río" (Los baños castreños del noroeste de la Península Ibérica, pg. 299, trad. de César García de Castro Valdés).
Para Queiroga y González Ruibal, según indica Ríos en nota al pie, este testimonio podría constituir una prueba indirecta de la existencia de saunas y estructuras balnearias en el noroeste ya desde los siglos IV-III a. C., que no habrían dejado rastro arqueológico al haberse utilizado materiales perecederos en su construcción.
En mi opinión el testimonio constata cuando menos la construcción de lo que denomino saunas de campaña; un sistema constructivo improvisado en materiales perecederos, que pudo utilizarse incluso desde la Prehistoria.
El primer testimonio galaico de la utilización de la sauna de campaña es muy posterior en el tiempo al de Sidonio Apolinar, lo que no significa que antes no se practicase el baño sudatorio en tenderetes. Sólo cabe deducir de este texto tardío que hasta 1571 nadie se había dignado a describirlo en nuestro país: "Hispania [...] habet sudatoria ad Minium amnem; qui per Gallecia in Oceanum occidentalem mittens, ex natura solis sulphurea, ac miniosa, totus vltra, circa, & in ipso fluuio calidis scatet aquis, quas postea describemus. In secessu autem fluuii, non plus triginta stadiis a Riua oppido, ager est ad sudationes idoneus: quippe qui procul aspexerint, tremulan ex eo conspiciunt auram, ceu subditis solo ignibus caligare, quae accedentibus sudorem, eumque copiosum commorantibus excitare solet. Quare consueti sunt eius regionis indigenae, ac longinquarum quoque partium aduenae, sub canapeis tenctoriis ad hunc vsum in ea planicie extensis, siccas istas sudationes excipere, in omni humida, frigida, ac altius impacta intemperie saluberrimas" (Andrea Bacci, De Thermis, 1571).
El informante de Andrea Bacci es el Dr. Torres, jesuita, y refiere la existencia de un lugar en un recodo del Miño, a no más de 30 estadios de Ribadavia (que podría ser Cortegada), donde hay un campo idóneo para sudadero. De lejos se observa salir del suelo un aura de vapor trémula como si fuegos subterráneos lo cubriesen de humo; el aura provoca un acceso de sudor copioso. Los nativos de estas regiones, y los que provienen de lejanas partes, bajo tenderetes montados en esta planicie, toman estos salubérrimos baños de sudor en seco, alternándose con el contraste de la húmeda y fría exposición a la intemperie (según mi propia traducción libre y por ello, susceptible de mejora).
El informante de Andrea Bacci es el Dr. Torres, jesuita, y refiere la existencia de un lugar en un recodo del Miño, a no más de 30 estadios de Ribadavia (que podría ser Cortegada), donde hay un campo idóneo para sudadero. De lejos se observa salir del suelo un aura de vapor trémula como si fuegos subterráneos lo cubriesen de humo; el aura provoca un acceso de sudor copioso. Los nativos de estas regiones, y los que provienen de lejanas partes, bajo tenderetes montados en esta planicie, toman estos salubérrimos baños de sudor en seco, alternándose con el contraste de la húmeda y fría exposición a la intemperie (según mi propia traducción libre y por ello, susceptible de mejora).
Tiendas para sudación del baño de Iuncara, de la obra del siglo XII De balneis Puteolanis, de Pietro de Éboli.
(C) Cologny, Fondation Martin Bodmer, Cod. Bodmer 135, f. 6r – [Peter of Eboli], The Baths of Pozzuoli.
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