En una vuelta por la tienda del Museo de Altamira veo que Lewis-Williams ha publicado con David Pearce ya hace tiempo, en 2005, la continuación del clásico La mente en la caverna, que se centra en el Neolítico. Así que me compro y comienzo Dentro de la mente neolítica: la noción del cosmos estratificado en niveles comunicados por vórtices se origina a partir de experiencias universales resultado de la estructura de la mente humana; la consciencia humana es un continuum o espectro que va desde los estados alterados de consciencia, o lo onírico, a lo racional y científico, y cada sociedad o cultura establece por consenso los cortes pertinentes que delimitan los rangos de lo real y lo imaginado; el chamán es capaz de pasar de un nivel cósmico a otro utilizando técnicas de trance o éxtasis (estados alterados de consciencia) ayudado por animales espíritu que lo guían en su camino; en las cuevas franco-cantábricas se plasmaron escenas de estos viajes transcosmológicos. Hasta aquí todo es posible y hasta bastante probable. Donde me estoy atascando es en la neolítica domesticación del uro, que según los autores se produce no para aprovecharlo económicamente, sino que con su doma se pretendía exhibir el poder real y elevado estatus del chamán o chamanes que tenían a este impresionante animal como espíritu-guía. ¿También con la domesticación de las ovejas y de las gallinas ponedoras se buscaría impresionar a los legos? ¿Habría que domesticar a los buitres si un chamán los tuviese como guías? No lo creo, pero pelillos a la mar. No es fácil formular casi de cero una nueva hipótesis que explique el complejo enigma del arte paleolítico y neolítico sin meter la pata en algún punto.
A Lewis-Williams y a Pearce les falta concretar en qué nivel cosmológico se situaba a sí mismo el ser humano en el Paleolítico, a qué otros niveles pretendía acceder, y por qué usaban estados alterados de consciencia para entrar en ellos. En mi opinión les faltó leer a Calderón, ver Matrix, o examinar con más detalle la creencia universal de que la vida es, o podría ser (no lo sabemos con seguridad), un sueño, y su corolario, que morimos al despertar de ese sueño. Pero el chamán, como Segismundo o Neo en Matrix, es capaz de despertar dentro del sueño sin morir, ver la realidad y volver al sueño para contárnosla. El chamán no practica el falso arte de ensoñar de Castaneda, sino el de despertar.
Chamán en la galería final de Hornos de la Peña. ¿Estará la realidad al otro lado de la grieta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario