martes, 19 de marzo de 2024

Ergatividad-causatividad en las glosas emilianenses euskeras

Recuperamos para o blog un artigo que publicáramos no 2006 na web Celtiberia.net. Nel dábamos conta dun feito gramatical ben curioso, ata o de agora non percibido no que atinxe á categoría gramatical "voz" do euskera, que se amosa na Idade Media, a partires do que imos ver, como unha lingua con voz causativa-pasiva expresada con intervención do caso ergativo. A devandita particularidade é común a outras linguas transeuroasiáticas e podería ser de axuda tela en conta na cuestión da filiación da lingua vasca.

Conceptos previos: causatividad, estructura biactancial, estructura monoactancial, acusatividad y ergatividad según la teoría tradicional


Causatividad: la acción verbal se contempla como provocada por un agente externo, una causa última que la produce. Así “Andrade construyó el puente” tiene una estructura profunda con un agente externo o causa última (Andrade) y un actante que en diversa medida sufre o ejecuta por orden “Andrade hizo que alguien construyese el puente”.

Estructura biactancial: la acción expresada por el verbo incumbe a dos actantes o protagonistas. Supongamos una acción “matar” y dos actantes “león” y “tigre”. Es en este tipo de estructuras donde se hace necesario especificar qué actante es el agente (A) y cuál el paciente (P). Lo más práctico es marcar uno y dejar el otro sin marca (principio de economía lingüística). Es por culpa de este tipo de estructuras, según la hipótesis tradicional, que existen lenguas acusativas y lenguas ergativas, según se elija señalar uno u otro.

Estructura monoactancial: la acción expresada por el verbo sólo afecta o incumbe a un actante. Supongamos una acción como “dormir” y un único actante o protagonista “ratón”. No cabe ninguna duda de a qué actante incumbe la acción (más o menos activa) expresada por el verbo. Llamamos sujeto (S) al único actante.

Lenguas acusativas según la hipótesis tradicional: son las que deciden marcar el paciente para distinguirlo del agente. El león (A) mata al tigre (P). Obsérvese que en las estructuras biactanciales del español P se marca con la preposición “a”, y en cambio A no se marca. Por otra parte en las estructuras monoactanciales S tampoco se marca, ya que no hace falta distinguirlo de nada al ser único actante (El ratón duerme). Así pues, las lenguas acusativas tratan de la misma forma S y A (sin marca), y P de forma distinta (con marca).

Lenguas ergativas según la hipótesis tradicional: son las que marcan el agente en las estructuras biactanciales para distinguirlo del paciente. El euskera es una lengua ergativa, veámoslo con un ejemplo, una acción “matar” y dos actantes “gato” y “ratón”: “Katuak (A) sagua (P) hil du (acción verbal)” = El gato ha matado al ratón. Obsérvese cómo en las estructuras biactanciales el euskera marca A con una terminación especial –k, y no marca P. En las monoactanciales tampoco marca S, pues no es necesario diferenciarlo de nada (es único actante): “Katua hil da” = El gato ha muerto. Por tanto las lenguas ergativas tratan de la misma forma S y P (sin marca), y A de forma distinta (con marca).

Acusatividad sintáctica: la equivalencia entre S y A en las lenguas acusativas se comprueba sintácticamente en pruebas de elisión, y por tanto S y A son la misma función sintáctica. Supongamos una oración monoactancial “El ratón (S) se enfadó”, y una oración biactancial “El ratón (A) mató a la pulga (P)”, si las coordinamos el resultado será “El ratón se enfadó y mató a la pulga”, con elisión de A en el segundo miembro de la coordinación. Para que se pueda producir elisión de un elemento éste tiene que haberse mencionado antes, y lo que es más importante, tiene que desempeñar la misma función sintáctica en uno y otro lugar. Por tanto deducimos que el ratón (S) del primer miembro y el ratón (A) del segundo son equivalentes sintácticamente.

Ergatividad sintáctica: esperamos que las lenguas ergativas, por su parte, también identifiquen las funciones S y P dando muestras en pruebas de elisión. Esperamos encontrar casos como el siguiente ejemplo teórico:

1er miembro: Luis-k (A) Ana (P) encontró
2º miembro: Ana (S) huyó

Dado que las lenguas ergativas, según definición, tratan igual S y P, en la coordinación resultante podría elidirse S en el 2º miembro pues ha sido mencionado previamente desempeñando la misma función sintáctica (P): Luis-k Ana encontró y huyó (Ana). Nótese que en español el único elemento que se podría sobreentender ahí es Luis, y en las lenguas ergativas Ana. Pues bien, lo esperable sería este comportamiento, pero no se produce (salvo excepciones que tienen otra explicación en la que no vamos a entrar). La ergatividad sintáctica, según los teóricos, es una rareza tipológica. De hecho el euskera no tiene ergatividad sintáctica. Esta asimetría lo que demuestra es que no hay equivalencia de funciones S y P en las lenguas ergativas, en ningún plano, y que no son procedentes afirmaciones como que las lenguas ergativas tratan igual, identifican o confunden ambas funciones. Algo falla en el planteamiento de la ergatividad.

El ergativo en las Glosas Emilianenses


Los dos testimonios oracionales más antiguos de la lengua vasca se encuentran glosando parte de estas dos secuencias latinas pasivas:

1. [Gaudeamus…] quia uos incolomes inueniri meruimur = içioq dugu
2. [Timeo] ne… nos precipitemur ingeena = guec ajutu eç dugu

En este documento hay otras glosas en romance que traducen estructuras pasivas latinas, pero lo que diferencia las glosas euskeras de las glosas romances es que las euskeras glosan estructuras pasivas latinas con un P animado, mientras que las estructuras latinas pasivas con P inanimado se glosan en romance. Fijémonos en los dos ejemplos anteriores:

1. [Nos alegramos…] porque se nos ha permitido encontraros salvos (literalmente: nosotros hemos sido permitidos por alguien encontraros salvos, con un P animado, nosotros, aunque sin A expreso pero implícito).
2. [Temo…] que nosotros seamos precipitados al infierno por alguien, también con un P animado, nosotros, y con un A no expresado pero implícito.

Aunque son sólo dos casos no cabe azar en esta distribución complementaria. La elección condicionada de una lengua ergativa como el euskera para glosar estructuras pasivas latinas con P animado y A animado implícito tiene mucho que decir sobre cuestiones como ergatividad y causatividad, íntimamente relacionadas según muchos autores.

En principio esta elección podría ser sintomática de cierta equivalencia pasividad-ergatividad, teoría que fue de las primeras que se usaron para intentar comprender las poco frecuentes lenguas ergativas. Un poco más adelante veremos que no es sostenible.

Primero fijémonos en que el P de la pasiva latina (nosotros) pasa a tener marca de ergatividad en la glosa vasca “guec-P ajutu eç dugu” (glosa 2). Según la idea tradicional esta función marcada de la biactancial euskera sería A (recordemos que la marca indicaría agente). A todas luces no es posible defender que ese nosotros, “guec”, sea un agente en la biactancial euskera de la glosa, aunque en euskera actual sí lo sea. No se está diciendo que nosotros hacemos algo, sino que alguien nos hace algo a nosotros (P) o alguien hace que nosotros... (causatividad). Y esto es incuestionable porque sabemos el significado exacto de la oración gracias al texto en latín.

***Guec es forma pronominal = nosotros, con marca de ergativo plural, y dugu es un auxiliar que contiene la siguiente información: la oración es biactancial, un actante es nosotros y otro una tercera persona del singular. Por tanto no es glosa aplicable, como se ha dicho alguna vez, a “non nobis sufficit” (esto no nos basta, monoactancial con un nobis dativo, no P). Lo mismo en la primera glosa, donde incluso se ha argumentado que “içioq dugu” estaba por “gaudeamus”: el tipo de auxiliar implica una biactancial que no satisface la monoactancial gaudeamus, y está sin duda por meruimur (nosotros hemos sido permitidos por alguien), pues dugu supone un nosotros y una 3ª persona del singular. En este sentido defiendo la idea mayoritaria de identificar las glosas con meruimur y precipitemur. Cabe señalar que para el caso de meruimur además hay la misma llamada en el texto y en la glosa, de forma que no es posible negar lo evidente. Y para el caso de precipitemur la glosa euskera se encuentra próxima y parece que explicando la romance “nos non kaigamus” (precipitemur): como se puede observar la frase romance no consigue marcar satisfactoriamente “nos” como P, y se hace necesaria la precisión de la glosa euskera, entendiendo “guec” como P, en consonancia con la función que desempeña en latín. Además ambas glosas, la romance y la euskera, repiten el mismo error de considerar negativo el texto latino debido a la presencia de la partícula “ne” que es malinterpretada como negativa: timeo ne, ¿cómo es posible que teman no precipitarse al infierno?, se trata de un error frecuente que no tengo en cuenta en esta presentación, la romance usa non y la euskera eç, pero pasémoslo por alto para la comprensión del significado.

Guiándonos por la equivalencia entre la oración latina y la glosa vasca podemos afirmar que el euskera en contextos biactanciales con ambos actantes animados marcaba aquel actante que se concebía como no agente (paciente) de la acción, y que había un agente último que no se especificaba o permanecía implícito. Este sistema de marcas no era aplicable a los casos de biactanciales con pacientes inanimados, lo sabemos porque estos casos se glosan en romance. Por el carácter inanimado de uno de los actantes se identificaba su función P fácilmente, incluso podríamos aventurar que la construcción euskera causativa no sería pertinente o necesaria en estos casos, no existía probablemente en el s. X.

Hoy en euskera “guec ajutu eç dugu”, independientemente del significado que se le atribuya al verbo ajutu, se entiende como que nosotros somos el agente, cuando queda claro por el equivalente latino que su función era P. Estamos, por tanto, ante una construcción desaparecida. Su existencia únicamente era posible si aún no se había formado el valor actual de las construcciones ergativas en las que se entiende el caso marcado como A. Es decir, dado que esta estructura en el siglo X no podía sustentar dos valores (principio de distintividad), debemos deducir de su mera existencia que el caso ergativo con valor A aún no existía. La extensión de las marcas a todos los casos de biactanciales y un cambio en la función son fenómenos posteriores que habrá que explicar; son, a su vez, causa de la desaparición de la primitiva estructura causativa, pues según el principio de distintividad a una estructura sólo le corresponde un valor.

La precisión de la glosa “guec ajutu eç dugu” tiene un valor causativo: alguien ayuda o provoca que nosotros… Hay, pues, relación entre la ergatividad y la causatividad tal como apunta la GGT: los verbos ergativos son lo contrario que en la hipótesis tradicional, construcciones con un único actante que no es agente de la acción y padece el proceso sin que se mencione el causante real (Mendikoetxea). Aunque aclarando que no son construcciones con un único participante, tienen o tenían dos actantes (dugu supone dos) estando implícito el A y presente el P con marca.

Parece que en la base de la estructura ergativa del euskera hay una estructura causativa (Alguien hizo que nos arrojásemos) que comienza marcando el P animado para distinguirlo del A animado causativo. La marca de P pudo adquirir el valor agentivo actual cuando la acción verbal empieza a ser vista asumiendo la parte de responsabilidad de P, sin achacarla totalmente a ese A implícito que parece mera fórmula de impersonalización o de “externalización” de la acción. Podríamos aventurar un proceso como el siguiente: el actante marcado se convierte en A, la marca de A se extiende por analogía a todo el paradigma para las biactanciales, y el valor P del actante marcado desaparece. En los auxiliares la concordancia sigue reflejándose pero invertida: dugu se entiende como nosotros (A) + lo (P) cuando antes era a nosotros (P) + él (A). Otra forma de explicar el cambio de funciones sería considerar un paso intermedio “tematización”: el actante marcado P pasa a considerarse TEMA desde un punto de vista sintáctico extraoracional; su situación extraoracional posibilita el cambio de función.

En conclusión, es conveniente una actualización del concepto de ergatividad: es muy probable que el mecanismo desencadenante de la ergatividad (tal como supone la GGT) haya sido la causatividad. A lo que habrá que añadir: en contextos biactanciales con ambos actantes animados, lo que sugiere un sistema neutro previo (funciones sin marca) y una clasificación arcaica en animados / inanimados capaces de desempeñar unívocamente los papeles de A y P.


BIBLIOGRAFÍA

-Aznar Martínez E, Las glosas emilianenses en euskera, Revista idiomas, 2004, en http://centros6.pntic.mec.es/eoi.alfonso.x.el.sabio/REVISTAPG7.pdf
[contiene recopilación bibliográfica de los estudios previos sobre las glosas, así como una nueva propuesta]
-Leemens M, The transitive-ergative interplay and the conception of the world, d. 1995, en http://www.univ-lille3.fr/silex/equipe/lemmens/docspdf/abort.PDF
[emplea la concepción de ergatividad que seguimos aquí en relación con las construcciones causativas, despista un poco la nomenclatura de las funciones causativas-ergativas INSTIGADOR y MEDIO]
-Mendikoetxea A, Construcciones inacusativas y pasivas, en Bosque I y Demonte V, Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, 1999
[similar aproximación a la defendida en este artículo]
-Menéndez Pidal R, Glosas Emilianenses, en Orígenes del español, Madrid, 1968
-Villar F, Ergatividad, acusatividad y género en la familia lingüística indoeuropea, Universidad de Salamanca, 1983
[excelente aproximación a la concepción clásica de la ergatividad, importante selección de bibliografía y contenidos útiles para establecer posibles vínculos entre este concepto sintáctico y la categoría animación]
-Zubiri I, Gramática didáctica del euskera, Bilbao, 2000

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