miércoles, 29 de febrero de 2012

El engañoso topónimo Castaño

No es la primera vez que escucho o leo argumentos que ponen en duda la aparente transparencia de este topónimo. La primera vez fue sobre el Puerto de los Castaños de Cáceres; varias personas del lugar me dijeron que nadie recordaba allí ningún castaño, si bien pudo haberlos y conservarse el topónimo por tradición. En un estudio que relaciona toponimia y flora podemos leer que "al norte de Huesca aparece el fitotopónimo Barranco Castañera [...] donde no aparece polen de castaño [...]; en el sur del territorio oscense se emplaza el vocablo Barranco del Castaño [...], donde tampoco aparece polen de castaño, lo cual es bastante lógico pues se trata de un lugar salobre" (AF Carrillo López et al., Toponimia y biogeografía histórica de plantas leñosas ibéricas).

Si no hubo castaños y hasta era imposible en algunos casos su crecimiento por la salobridad del terreno... ¿cómo es que se llaman Castaño?

Como es sabido, la frase latina "capu(t) stagnum" evoluciona a toponimia del tipo Cabestany o se mantiene como en Cabezo del Estaño, conservando la -p- sonorizada en -b-, pero de momento no está estudiada su posible evolución a Castaño y similares, es decir, no está demostrado que esa -b- intervocálica haya podido perderse.

La prueba de que esto ha sido así, no en todos los casos de toponimia Castaño, pero sí en muchos de ellos, se encuentra en los nombres que recibió el lago Aretino, que se documenta como "stagno Arretino" en Valerio Maximo, y figura en textos medievales como "ad Castagnum Aretinum" o "Castagno Aretino". Poco más puede añadirse: puesto que no cabe la transformación de un stagno en un castagno ha de inferirse que este último es un compuesto opaco procedente de "caput stagnum", y que estamos ante el mismo fenómeno que produjo muchos de los Caballo y Cabalo de la toponimia y todos los Cabovalle, que fueron "caput vallis".

viernes, 24 de febrero de 2012

Los otros celtas

"Poco a poco empieza a prohibirse a los gitanos que trabajen el hierro, que hagan herraduras, que fabriquen calderos y sartenes, que habiten en los sitios en que hay minas o arrastres de pajuelas de oro" (Francisco Quindalé, Diccionario gitano, 1867, pg. 22).

Pero ellos, siguiendo esa profesión inherente a su esencia, la metalurgia, continúan dedicándose a la venta de ferralla y al cobre, en ocasiones de forma nada respetuosa con la propiedad ajena, hay que decirlo, aunque... donde las dan, las toman.
Ellos son los petulengros = "señores de las herraduras" (según Borrow, La Biblia en España), los herreros o blacksmiths que aparecen en la narrativa irlandesa, los ferreiros y mouros que pueblan el paisaje gallego repleto de túmulos que en el imaginario colectivo esconden sus fornos y forxas, como la Forxa do Ferreiro (A Loba, Serra do Galiñeiro - Aranga).

Son los otros, los jentillak (paganos) o mairuak (moros) de los vascos, la oscura mourindade invisible del folklore celto-atlántico que atesora y custodia los metales en un universo paralelo y subterráneo.

"Es rarísima la casa de un gitano que no tiene un piso subterráneo [...] las habitaciones profundas o cavadas en la tierra contienen los obradores, talleres y fraguas. Evidentemente hay una tendencia en los gitanos a la vida subterránea [...] la explicación más sencilla me parece estar en la industria y las costumbres de los gitanos, raza de herreros y estañadores [...]" (José María Samper, Viajes de un colombiano en Europa, 1862, pg. 441).

Son los calós, del romaní kal-, "negro", raíz kel- que según Pokorny designa objetos con manchas, tiznados.

Clanes nómadas que se desplazan en carromatos, los carpenta gallorum de Floro (carromatos de galos o calós) entre los que destacaba el petorritum por sus cuatro ruedas (petora es cuatro en galo por los mismos motivos lingüísticos que el caló panche es cinco; evolución kw > p), pista que nos obliga a dudar de si Borrow estaría en lo cierto con su etimología de petulengru, ¡qué sonoridad celta tiene la palabra!
Petorrito de tinkers irlandeses, hoy denominados travellers.

Respecto a los tinkers, gitanos irlandeses, es muy curioso que el Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia recomiende no llamarles así, ni tampoco gitanos, sino travellers; se trata de un eufemismo que esconde una prevención más. La recomendación parte del demostrado carácter céltico de estas gentes, hecho que para los expertos y el Observatorio es incompatible a todas luces con ser gitano. Se trata, pues, de una muestra más de que la esencia de la celticidad se concibe como ariana y rubicunda en contra de todas las evidencias que nos muestran a unas gentes morenas o tiznadas (mouros).

Dos celtas en el campo de exterminio de Belzec (Polonia). Él con su sayo negro, ella con ropa de flores.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Metodología de datación de paleotopónimos

Hace casi seis años publiqué en Celtiberia.net, en forma de ejemplo, lo que podría considerarse con bastante generosidad un esbozo de la metodología a seguir para datar la antigüedad de algunos topónimos paleoeuropeos, fundamentalmente hidrónimos o talasónimos, aunque también sería posible su aplicación a la datación de orónimos.

Se trata de una metodología multidisciplinar en la que colaboran a partes iguales dos ciencias, la lingüística y la geología, y en la práctica viene a ser como una excavación arqueológica de los topónimos, que pasan a situarse en un estrato geológico como si se tratara de útiles olduvaienses. Los topónimos datados mediante esta metodología integrarían, en mi opinión, los auténticos topónimos fósiles, sólo explicables por reflejar inequívocamente un paleopaisaje fósil reconstruido con el auxilio de la geología. La dificultad del método estriba principalmente en establecer esa relación inequívoca entre toponimia y paleopaisaje, al trabajar con bases paleoeuropeas que no son todavía exactas.

El caso que publiqué en su momento analizaba los pormenores del topónimo ferrolano Almufeira (actualización del 27-04-05), situado cerca de la laguna de Doniños. En líneas generales el modus operandi de excavación de un topónimo es el siguiente:

1. Se comienza con la elección de una zona que haya sufrido alteraciones orográficas, estudiada por expertos geólogos, con sus dataciones, etc. Las transformaciones sufridas en el relieve o la hidrografía han de ser imperceptibles para la población actual, es decir, únicamente sabemos que se han producido tales procesos por las investigaciones geológicas, pero nosotros, el común de los mortales, no vemos indicios que nos lleven a suponer que la orografía fuese distinta en tiempos remotos. Tal vez el folclore de la zona también corrobore dicha alteración (leyendas de ciudades anegadas).

Playas fósiles que aparecen en una excavación arqueológica, terrazas de ríos, líneas de paleocostas (hoy en seco, tierra adentro, o bien sumergidas pero cuyos vestigios podrían manifestarse en la talasonimia costera), llanuras que estuvieron ocupadas por lagunas, cerros testigo... Que las poblaciones actuales ignoren que la fisonomía del paisaje que habitan se debe a alteraciones en su configuración pretérita es la garantía principal de que los topónimos que lo nombran son tan antiguos como el río que por él discurrió, del cual no queda vestigio aparente alguno. Si, por el contrario, quedase a la vista por ejemplo un cauce seco, no habría forma de garantizar la antigüedad del topónimo; podría haberse nombrado ayer mismo por vez primera, pues todos los grupos poblacionales a través de distintas épocas saben distinguir o identificar perfectamente qué es un cauce seco. Este es el fallo principal que veo al intento de Benozzo de aplicar una metodología similar sobre los topónimos relacionados con las morrenas glaciares (Algúns nomes totémicos da paissagem, 2011): es imposible garantizar que la toponimia derivada de lava, "avalancha, morrena glaciar", date del Pleistoceno-Holoceno. En cualquier momento se pudo dar el nombre lav- a estos característicos ríos de piedra visibles todavía en la Europa que sufrió las glaciaciones, ¿por qué en el Holoceno?

2. La parte lingüística de la investigación consiste en rastrear la toponimia del área en busca de posibles topónimos motivados por el paleopaisaje reconstruido, que encajen en él. Fundamentalmente serán bases opacas, no transparentes (incomprensibles para los habitantes), pertenecientes a la hidronimia y oronimia paleoeuropeas. Estas bases se transmiten de generación en generación por la tendencia a la conservación de la toponimia a pesar de la transformación que se opera en el paisaje, que ya no es reflejo del nombre que se le dio. Dicho sea de paso, aunque sea evidente hay que resaltar que esta transmisión generacional de topónimos que remiten a paleopaisajes es, a su vez, garantía de la continuidad poblacional, de su continuitas, y garantía de la existencia de lenguaje.

El caso de Almufeira, posible hidrónimo (talasónimo) de la base ALM- de Krahe situado hoy en seco en un lugar donde hubo hace 5000 años una pequeña bahía, podría ser un ejemplo de la pervivencia del nombre, que se mantiene por inercia a pesar de que el objeto que designaba ha desaparecido.

Figura 1. Topónimo Almufeira, "bahía", en el paleopaisaje de hace 5000 años, y su relación con el topónimo As Ribas.

Figura 2. Topónimos Almufeira, "bahía", y As Ribas en el paisaje actual. Ambos significados, uno reconstruido y otro todavía transparente, no se corresponden con el paisaje actual, y sí con el anterior.

3. La observación de discordancias entre el significado de la toponimia y la configuración del paisaje actual, o, lo que es lo mismo, la concordancia de la toponimia con un estadio anterior, proporciona un momento ante quem que fija la fecha del topónimo. Gracias a los estudios geológicos sobre las formaciones de dunas y lagunas en las costas atlánticas de Galicia sabemos que durante la transgresión Flandriense, hace unos 5000 años, la costa tenía el perfil de la Figura 1, momento que parece adecuado para que el lugar reciba el nombre de Almufeira, "bahía". Más tarde no se justificaría la elección del nombre, Almufeira, puesto que con el transcurso del tiempo el paisaje se fue transformando, cerrando la bahía hasta aparecer como en la actualidad. De esta forma, poblaciones posteriores no pudieron nombrar como "bahía" algo que ya no lo era. Así de sencillo.

4. En auxilio de esta metodología deberían participar las técnicas complementarias de los estudios geológicos y arqueológicos, como la palinología, que terminarían por completar el paleopaisaje y aclarar la relación entre él y su toponimia.

Otro intento de datación aplicando esta metodología multidisciplinar es el caso de Borrazás que publiqué hace poco en este blog, aunque para considerar definitiva la explicación del topónimo que expuse en él habría que realizar una cata y encontrar, que no sé si es posible dada la acidez del suelo gallego que descompone todo tipo de materias orgánicas, evidencias de que fue un estero donde crecía la borraza.

Para evitar gastos y esfuerzos inútiles es recomendable partir de zonas ya prospectadas, con estudios de paleopaisajes concluidos y comprobar si la toponimia paleoeuropea y los significados reconstruidos para ella se ajustan a ese paleopaisaje imperceptible para el observador moderno (entendiendo moderno en un sentido amplio). Yendo a un caso concreto cuyo paleopaisaje está bien estudiado y reconstruido me pregunto ¿por qué sobre Ibeas de Juarros de camino hacia el yacimiento de Atapuerca aparecen dos posibles hidrónimos testigo de las antiguas terrazas del Arlanzón: Bayón Álvaro y Valicencia?

domingo, 19 de febrero de 2012

Celtas en la onomástica

"E tomó a Santa Bayra, que yaze çerca de Galicia"
(Crónica del moro Rasis)

La evolución toponímica del grupo fónico KELT- > SANT- o CENT- se atestigua en por lo menos dos casos:

1. El caso de Celtiberia > Santa Bayra, que formó un hagiotopónimo falso hoy en día sin ubicar. Otro hagiotopónimo proveniente de la misma base podría ser el documentado como Sanctus Tiberius, Sentiberi o Santiberi, en Languedoc.

2. El caso de Celteganus > Santagôes / Santiagões, dos lugares de Portugal, uno en Gondomar y otro en Vila do Conde.

Se afirma que es el de Vila do Conde el que se recoge en los documentos medievales con las siguientes variantes: Celteganes (1038), Celteganus (1048), Zelteganus (1049), Centegãus (1192), Centegaus (1193), Centegaos (1319), Santo Agões (testimonio oral, 1883) - Joaquim da Silveira, "Toponimia lusitana", Revista Lusitana, XXXIII, pg. 239-241.

Entre ellas destacamos las que muestran la evolución KELT- > CENT-; puede que tras el aparente fitotopónimo Centeáns (O Porriño) se encuentre un *CELTEGANUS, como sucedió en el país vecino. También, surge la evidente pregunta, a la vista de la evolución por etimología popular a Santiagões, de si alguno de los múltiples hagiotopónimos Santiago no remitiriá a un posible étimo CELT- como podría ser *CELTIACUS. O de si, incluso, nuestro oscuro patronímico Sánchez no provendrá de un CELTICI, y Sancho de CELTIUS, vía Santius.

Fuente: INE.

En el mapa de distribución por provincias del apellido Sánchez la mayor incidencia se encuentra en Salamanca, Ávila y Cáceres; en esta zona, en gran parte lusitana, también se registra la mayor concentración del antropónimo Celtius y sus derivados.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Seselle y las cacuminales del galaico-portugués

Si el topónimo Castra Caecilia en lugar de situarse en la Vía de la Plata estuviese en Galicia o en Portugal habría evolucionado, con seseo, hacia Seselle (Ares) o Sezelhe (Montalegre), documentado como Sezily en 1258. Esta idea ya había sido enunciada en la Tentativa etymologica-toponymica de Pedro Augusto Ferreira, donde nos informa, sin más explicación, por evidente, de que:

"Zezelhe por Secelhe: de Cecilia [...]; tamén Cecilius deu Silho e Silio, povoações nossas".

Pero todavía se encuentra difundida la idea de Piel de que se trata de un topónimo originado por el nombre de posesor germano Sisildi, compuesto de (h)ildi, "combate", elemento que entraría en la composición de antroponimia femenina y cuya evolución sería ld > ll, palatal lateral. En la base de datos del CODOLGA encontramos a una mujer llamada domna Sesilli en un documento sin fecha (anterior a 1300), y en otra documentación alguna Sesilde y Sisilde.

Sin embargo, la evolución más segura es justamente al revés: un sonido lateral a medio camino de la palatalización (proveniente del grupo l+yod de Caecilia) origina un resultado geminado lateral-cacuminal ld, algo similar a lo que sucede en ciertas áreas del astur-leonés que presentan sonidos cacuminales, a medio camino entre l (forma de articulación) y d (punto de articulación), provenientes de ll geminada y l en posición inicial. Es decir, que tanto Seselle (resultado palatal) como Sisilde (resultado cacuminal) pueden explicarse satisfactoriamente desde Caecilia, lo que resultaría aplicable a otros pares, -elle / -ilde < -ilia, e iría extendiendo el mapa de una antigua isoglosa cacuminal hacia Galicia y Portugal. Los sonidos cacuminales galaico-portugueses son, pues, un resultado esporádico del grupo l+yod (yod segunda) en posición postónica (Caecília > Sesílde); este fenómeno habrá de estar relacionado con la evolución del otro caso de yod segunda, la que se produce en capít(u)lum > cabildo.

Hasta ahora los términos cabildo, espalda, molde... se consideraban transposiciones o metátesis de grupos dl provenientes de t'l o d'l, capit(u)lum, spat(u)lam, mod(u)lum, pero bien podrían ser un resultado natural, cacuminal, equivalente de los palatales esperados *cabillo, *espalla o *molle.

Respecto a estos casos en que las villas u otros asentamientos reciben nombre de mujer, podremos pensar directamente en posesoras que les daban su nombre, o en posesores que concordaban el suyo con el género femenino del sustantivo villa; así se cree que sucedió con Castra Caecilia, cuya fundación se atribuye, tal vez sin más fundamento que éste, a Caecilius Metellus.

lunes, 13 de febrero de 2012

Corpo Santo, O Corpiño. Derivados de quercus en la toponimia gallega

La secuencia silábica kw-kw muestra una evolución hacia k-p en las lenguas del oeste peninsular en los topónimos no tan infrecuentes como los curiosos Corpo Santo (Palas de Rei, Oímbra, Ames y Santiago de Compostela) y O Corpiño (Ames y Lalín), ambos provenientes probablemente del latín quercuum, KWERKW, "roble", mediante la evolución del segundo kw hacia p.

Existen otros casos donde se produjo este paso kw > p, sin ir más lejos el manido Aquis Querquennis, traído y llevado para demostrar el mantenimiento de kw-kw. Si reexaminamos su base aplicando esta evolución kw > p, podríamos investigar la conexión con topónimos actuales como Carapinha, Carapinheira y Carapinhal. Asimismo, las variantes sincrónicas peninsulares
corcuspín, cuerpuspín, cuerpoespín, puercoespín, perrucuspín, etc. deberían entenderse no como etimologías populares en las que el hablante intuye cuerpos, puercos o perros, sino como manifestación del principio kw-kw > k-p --> p-k, o tal vez kw-kw > p-k --> k-p.

La explicación de los topónimos Corpo Santo y O Corpiño por el hallazgo de cuerpos incorruptos de santos, que comenzarían a venerarse en estos lugares, ha sido descalificada por varios autores, pues ven en ella un intento de eliminar, mediante la interpretación cristiana del topónimo O Corpiño, los antiguos rituales paganos que tenían lugar en los dos conocidos santuarios de Ames y Lalín: "¿No será que se trata de hacer olvidar recuerdos colectivos de un pasado precristiano?" (Cebrián Franco: Guía para visitar los santuarios marianos de Galicia). Dado que no ha sido, entonces, el hallazgo de un cuerpo incorrupto lo que motivó estos topónimos, aprovecho para meter baza con la equivalencia Corpo Santo = Quercus Sanctus através de un eslabón indirecto en la cadena evolutiva que refuerza la evolución fónica propuesta al principio.

El culto al roble está ampliamente documentado en la Península, por ejemplo en Cataluña en un texto de 1046 se menciona el eslabón indirecto, un interesante lugar llamado Cercho sancto, «encina santa» (José Balari y Jovany, Orígenes históricos de Cataluña).

En Galicia existió hasta hace poco (documentada en 1910), una ceremonia utilizada para intentar sanar malformaciones congénitas infantiles. Consistía en hender el tronco de un roble
y hacer pasar al niño por el medio, "tres veces le da el niño el padrino a la madrina y otras tantas se lo devuelve ésta a aquél, repitiendo estas palabras doucho quebrado — dácamo sano" (Jesús Rodríguez López, Supersticiones de Galicia, 1910). Se creía que cuando el árbol curase también sanaría el niño. Existe, asimismo, un testimonio oral de esta práctica que me ha proporcionado amablemente Ulmo de Arxila en un comentario a esta publicación:



Dentro de los topónimos provenientes de la base KWERKW, "roble", habría que considerar el hidrónimo Cuerpo de Hombre (Hombre proviene con seguridad del prerromano Uminem > Omen / Ombre = río), el caso de Robledo de Corpes, que podría ser un topónimo redundante, y tal vez algunos de los porcos y puercos que pueblan nuestra geografía, en virtud de la metátesis k-p --> p-k: Carballeira dos Porcos (Cambados) es uno de los 165 casos que ofrece el buscador Toponimia de Galicia para tratar de elegir con dificultad entre una etimología y otra, entre porcos y carballos.

No es un "corpo", sino un castiñeiro, pero para el caso es lo mismo. La fotografía es de 2011 y viene a corroborar la vigencia del culto a los árboles en Galicia. Se trata del castiñeiro sagrado de Santa Cristina de Ribas de Sil en Ourense. (C) Facio.

martes, 31 de enero de 2012

Cara a cara con un lar vial

Al Padre Fontes

En otra entrada de este blog ya he tratado el tema de las cruces arcaicas de Galicia, quizá este sea el nombre más adecuado para la tipología de cruces que vamos a examinar. En fin, tampoco es que sea definitiva, así que su denominación queda abierta al gusto de cada cual. Castelao usó cruz dos pelegríns, denominación que también se emplea en Francia (croix des pèlerins), la he rechazado porque tiene un sesgo exclusivamente vinculado con las peregrinaciones a santuarios cristianos y muchas de las que veremos no se sitúan en rutas de peregrinación; otra opción que examiné y rechacé fue cruz direccional, que me gustó muchísimo por aquello de su semejanza con otra tipología de cruces, las procesionales. La encontré en la bibliografía francesa (croix directionnelle), pero también quedó fuera porque desgraciadamente los botones de flechas de dirección de los teclados del ordenador y mandos a distancia acaparan este nombre.

Dice Castelao que en las crónicas de la peregrinación a Santiago "abondan as referencias de cruces de pedra ourelando a roita, tanto para cristianizala como para marcala, tanto para confortaren o ánimo dos camiñantes como para guialos con ben a través dunha Hespaña invadida de mouros. En ningún outro vieiro de pelerinaxe serían tan necesarias as indicacións, pol-o que resulta asisado coidar que a cruz dos pelegríns tomou vida no camiño francés e que este novo obxecto da cruz moimental enxendrou o calvario e o cruceiro" (As cruces de pedra na Galiza, pg. 83). Esta es, en síntesis, la idea del sabio gallego y la idea del común sobre el origen de los cruceiros, una pía moda cristiano-francesa que penetró de la mano de la peregrinación a Santiago.

Pero estas antiquísimas estelas antropomorfas situadas a lo largo de los caminos y en los cruces, con sus brazos siempre paralelos a la vía principal para señalar el camino, al igual que los de los hermae y mercurios (1), no son cristianas.

Estátua-estela do Marco, Vreia de Jales (Vila Pouca de Aguiar, Portugal).
(C) Reproducción del museo de Vila Real.
El original está situado en la vía romana que va de Justes a Campo de Jales.

Son tan poco cristianas que las prácticas con ellas relacionadas, como por ejemplo colgarles encantamientos de nudos (ligaturas), eran motivo de castigo con nada menos que dos años de penitencia a pan y agua: "si quis edunt festivitates in locis abhominatis, id est ad fontes aut ad arbores aut ad cruces in quadrubio, duos annos penit in pane et aqua". Las cruces de las encrucijadas son, para estos cristianos que escriben las listas de pecados de los penitenciales, perversiones abominables. ¡Penitenciagite!

Y si no son símbolos cristianos... ¿qué son?

Sabemos de la existencia en Grecia de unos pilares de piedra con unos bracitos apenas esbozados, casi hombros, que se colocaban en los caminos con función orientadora y recibían el nombre de hermae, los mercurios viales de los romanos, el lar vial de los galaico-romanos. Es tan vasta la bibliografía sobre el tema de las hermae y los mercurios que me limitaré a señalar un único detalle: junto a estos postes cruciformes o antropomorfos los caminantes solían arrojar piedras a un montón denominado acervum lapideum. Conviene diferenciar estos dos elementos que integran el conjunto mercurial, el propio mercurio y su montón de piedras, a veces confundidos en la bibliografía:

San Andrés de Teixido. Mercurio o lar vial (cruz) con su acervo o amilladoiro (piedras), en ruta de peregrinación.

Algún autor cristiano, tardíamente, en vista de las semejanzas funcionales y formales entre lo que leía sobre los mercurios de los caminos, y lo que le parecían simples cruces cristianas en encrucijadas y vías, también acompañadas a veces de acervos de piedras, propuso que "primi Christiani crucem pro Mercurio susbtituere coepere" = los primeros cristianos empezaron a sustituir los mercurios por cruces. Y si bien en teoría sería posible esta sustitución masiva de mercurios por cruces, no lo es si tenemos en cuenta la existencia previa, prerromana, de mercurios viales cruciformes o antropomorfos, como el caso de la estela de Vreia de Jales, o la de Pau da Vella.

No hubo sustitución de mercurios por cruces, sino continuidad de un elemento prerromano cruciforme hasta que finalmente fue adoptado por el cristianismo con facilidad, aprovechando que su forma coincidía con la de uno de sus símbolos y que Cristo podría suplir, en su papel de guía, a los lares. Esto explica por qué al principio estas cruces de encrucijadas y caminos, y los rituales con ellas relacionados, fueron considerados como abominaciones a ojos de los cristianos que escribían los penitenciales: simplemente no eran un símbolo del cristianismo. Ahora tal vez vayamos entendiendo al pobre San Martín de Dumio, que pasó a la historia por su intento fallido de prohibirnos encenderles velas en las encrucijadas.

Estela de Pau da Vella en la Serra do Buio (Lugo).

No sé qué parte representa Gallaecia en el conjunto del Imperio Romano, tal vez una centésima parte de él, lo que sí sé, según datos de Franco Maside, es que de toda la epigrafía dedicada a los lares viales en el conjunto de la Romania, 28 de las 36 inscripciones se encuentran en esta minúscula parte del Imperio que fue la antigua Gallaecia, 19 de ellas en el Convento Lucense.

Algo muy extraño sucedía, y sucede, aquí con los númenes vigilantes de los caminos. La altísima concentración epigráfica sobre los lares viales en Gallaecia, que constituye casi un endemismo, es un indicio de que estamos ante un caso de interpretatio o traducción, es decir, obliga a suponer la existencia previa a la romanización de unas importantísimas entidades de carácter sacro vinculadas a los caminos, que en el proceso de aculturación subsiguiente a la romanización se equipararon con los lares viales romanos, hijos de Mercurio (2), hijos menores de un dios.

Hay amplia bibliografía sobre el tema de la interpretatio de los lares viales en Gallaecia; en una revisión de Portela Filgueiras se afirma que "es un hecho cierto que, de la misma manera que no hay otra región de la Península más rica en invocaciones a los Lares Viales que el Noroeste, no hay tampoco ninguna zona que cuente con tantos cruceros. Para López Cuevillas y Serpa Pinto la falta de continuidad entre los cruceros y las lápidas [aras] erigidas para honrar a los Lares puede muy bien deberse a la fuerza destructora del tiempo" (Los dioses lares en la Hispania romana). Y yo me pregunto, ¿cómo se puede esperar continuidad formal entre dos elementos tan dispares? Las aras son textos que contienen dedicatorias a los lares, y los cruceros son simulacros o representaciones del lar.

Cristo de Negradas, aquí "paraban os enterros. Soterraban nonnatos e tamén adultos".
(C) Xabier Moure Salgado: Cruces do concello do Vicedo, trabajo recopilatorio gráfico cuya lectura se recomienda antes de continuar leyendo.

El artículo de Moure Salgado está salpicado de datos relativos a las prácticas funerarias que todavía se ejecutan al pie de nuestros lares, por lo menos la primera de ellas sigue en vigor camuflada de piadoso alto en el camino junto a lo que parece un inocente cruceiro:
  • de camino al cementerio cristiano la comitiva hace una parada obligada para presentar al difunto ante el numen de los caminos, se trata de una ceremonia propiciatoria para conseguir su tutela en el viaje al otro mundo.
  • en sus inmediaciones, y esto resulta de extraordinaria importancia, se enterraba a los niños muertos sin bautizar y a los adultos que habían cometido suicidio. No tendrían un entierro cristiano, pero tendrían la compañía del lar, con esto bastaba.
Con respecto a la segunda práctica funeraria, Pérez de Castro ya nos había dejado la siguiente reflexión o sospecha fundada de que estas cruces de las encrucijadas no eran objetos de culto cristiano: "en las afueras de Figueras, concejo de Castropol, existe un cruce de caminos [...] a la derecha de este último está la cruz del Cobo y a su respaldo el campo en que algún día eran enterrados los niños muertos sin bautizar [...] pero si los allí fuerados no pertenecían al seno de la Iglesia ¿qué papel desempeña la cruz?", Pérez de Castro, "La cruz del Cobo", BIEA, 1952, nº 15.

Uno de los lares viales más antiguos: estela antropomorfa custodiando el dolmen de la Mina de Parxubeira.
(C) Museo arqueolóxico do Castelo de San Antón.

El carácter únicamente vial de estos númenes, se percibe en su función de protección y compañía en las rutas que emprede el viajero por los caminos y en su último viaje. Así, los contextos funerarios e itinerarios en que aparecen las hermae, mercurios y lares viales, no son más que un aparente doble aspecto del viaje, del desplazarse de un lugar a otro en una concepción de la existencia en la que parece no haber separación entre la vida y la muerte.

Cruz arcaica en contexto tumular y viario en la Serra do Galiñeiro (Aranga). Puede que estemos ante un sorpendente testimonio de la práctica de colgarles ligaturas o anudarlos, esta vez con alambre de espino..., aunque con más probabilidad se trate de una reutilización como cierre de una leira.

Anudar o someter al numen de los caminos, cambiar su orientación girándolo o rendirle un voto son ceremonias que tienen su base lógica en la magia simpática. Según esta forma de pensamiento, precursora de ciencia y religión, podremos castigarlo atándolo hasta que se decida a enderezar nuestro rumbo vital en la dirección correcta (al estilo "San Cucufato, los cojones te ato"), orientarlo (3) hacia donde queremos ir, o rogarle que nos depare un buen término en las actividades que emprendemos. Las dos primeras formas mágicas de interactuar con lo que en principio sospecho que fue un simple pero utilísimo poste viario o hito, como los inuksuk de los inuit, habrían iniciado el proceso de antropomorfización que sufrió la entidad, que resultó dotada de una poderosa personalidad, a medio camino entre lo humano y lo divino, consolidando hace mucho tiempo su carácter sagrado. Rendirle un voto al numen, según Frazer, sería el último estadio de un proceso en que la magia simpática se convierte en religión; en vista de que por la fuerza no se consigue dominarlo, tal vez mediante la adulación.


Cruz xiradoira do Roncadoiro (Cabana de Bergantiños) según ilustración de Castelao. Desaparecida.

Si la epigrafía sobre los lares viales puede ser útil para la localización de vías (romanas y prerromanas), ¡ya no digamos los propios lares! Su presencia en vías romanas, que aprovechaban rutas anteriores, se produce en los casos ya vistos de la estela de Vreia de Jales y en el de las cruces arcaicas que jalonan el Camino de Santiago.

Por otra parte, la datación de los petroglifos cruciformes sobre peana, que vienen considerándose representaciones medievales de cruceros, e incluso las pinturas rupestres esquemáticas con el mismo motivo, habrá de reconsiderarse a la vista de que pueden muy bien ser representación de estos númenes viarios prerromanos sobre su acervo de piedra, o, tal vez, ser una forma arcaica de expresar, sin escritura, que se les rindió voto por el éxito en determinada empresa o viaje (4).

Petroglifos de Andiñuela en la Maragatería.

Es necesario un estudio y recopilación urgente, y tal vez musealización de piezas pequeñas, de todas las cruces arcaicas de Galicia antes de que la desidia, la ignorancia y las sustracciones nos dejen sin nuestros guardianes de los caminos. Un estudio modélico es el de Davoust y Grignon sobre las cruces de la Sarthe, Croix archaïques en roussard et Croix de Pèlerins au Pays de Haut Maine, en donde se recogen piezas bellísimas, entre ellas cruces arcaicas idénticas a las nuestras, que destacan por su simplicidad (v. álbum).

Cara a cara con un lar vial. Cristo da Faladora en el Camiño dos Arrieiros (Mañón).
Los lares viales más antiguos tienen caras sin rostro.


En el contexto del Camiño dos Arrieiros, además del arcaico lar de la Faladora, encontramos como no podía ser de otro modo, epigrafía sobre los lares viales: el ara de SIVLRIVS o ara de Somede (Nueva inscripción a los lares viales procedente de Somede, de XL Armada-Pita). ¿Se le dará la razón alguna vez a Don Federico Maciñeira en su insistencia sobre el carácter prehistórico de estas vías arrieras tantas veces puesto en duda?

Finalmente, y sin intención de establecer una tipología, podremos encontrar a nuestros lares viales en diversos contextos viario-funerarios y con varios grados de arcaísmo: sólos (estela de Vreia de Jales), sobre túmulo o dentro de él (Cristo da Faladora, estelas de Parxubeira), próximos a un campo tumular (junto a las medorras de la Serra do Galiñeiro), sobre o junto a su acervo de piedras o amilladoiro (San Andrés de Teixido), completamente transfigurados por la interpretatio cristiana o larificación de Cristo (cruceiros) y completamente deconstruidos en sus partes integrantes.

Lar vial deconstruido en O Coutiño.

En la fotografía de arriba, por otra parte típica de cualquier encrucijada gallega, en las que siempre encontramos un aparente batiburillo de señales viarias, cruceiros y petos de ánimas, se observa la deconstrucción funcional del lar:
  1. poste indicador de dirección: función del lar como guía de caminos,
  2. peto de ánimas: función psicopompa del lar, en recuerdo de los difuntos que son acompañados por estos númenes y que en ocasiones están enterrados en su proximidad,
  3. cruz: propiamente la representación de lar.
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(1) "Antiquis Mercurius deus platearum & et viarum habebatur & in biviis & triviis eius statuam manu extensa viam monstrantem colocabant" (E. de Momigno).
(2) Respecto a esta equiparación de nuestras estelas antropomorfas viarias con los lares viales, no está de más la referencia de Bermejo Barrera, que explica que la interpretatio de los númenes de los caminos como lares, no como mercurios (o como mercurios de segunda categoría), es indicio de que eran percibidos por el urbanita galaico-romano como entidades indígenas con un fuerte carácter folk o popular, poco dignas de entrar en el grupo selecto de las divinidades (Bermejo Barrera).
(3) Sobre la práctica vigente de virar los santos puede leerse el relato de José Antonio de la Riera, Xan de Seara, virador de santos. Esta costumbre de virar al numen está atestiguada en el Promontorio Sacro por Estrabón: "había en varios lugares grupos de tres o cuatro piedras, y obligaban a las piedras a girar".
(4) Esta idea me la ha sugerido la lectura de la obra de Castelao sobre las cruces de piedra de Galicia, en particular el capítulo "Obxecto dos siños cruciformes do rupestre galego", en él nos presenta la posibilidad de que los petroglifos cruciformes que cubren extensas superficies pétreas en Galicia, que los expertos consideran objetos cristianos y, por tanto, medievales, son anteriores al cristianismo y pudieron tener la misma funcionalidad que las marcas tamga que los poveiros dejaban en las capillas al final de su peregrinación como testimonio del cumplimiento de un voto o promesa.