viernes, 27 de septiembre de 2019

Cazadores en el territorio: A Escoitadoira, A Faladoira y Catadoira

En el reciente estudio "Léxico y toponimia de la caza de fieras en Asturias. Paisaje, construcciones y costumbres en torno a las antiguas trampas de caza", de Ordónez Castañón y Xulio Concepción (RFA 17, 2017, pgs. 65-92) se indica que en ocasiones "este campo del lenguaje toponímico asturiano no se refiere, directamente, a trampas o métodos de caza, sino a ciertos aspectos etológicos de estos animales: lugares de paso frecuente, de avistamiento, de espera, de reproducción, etc."

Ya habíamos tratado en otra ocasión los topónimos Trapa y Trapela, que sí indican directamente la existencia de trampas de caza (Castañoso en el Libro de la Montería, Arqueotoponimia, 2015). Ahora veremos otros del tipo indirecto que mencionan Ordóñez y Concepción, y cuya etimología remite a las actividades humanas que conducen a la captura final de una presa por parte de su depredador: otear, olfatear, apresar.

A Croa do Castro en el Coto da Escoitadoira, junto al Castro de Castrelo
(Santa Mariña do Monte - San Sadurniño).

Evidentemente, como se encargan de señalar Ordóñez y Concepción, la etimología del topónimo A Escoitadoira es el latín auscultare. En auscultare se ha querido ver un aus- procedente de auris, "oreja", pero ese aus- más bien parece proceder, igual que en auspex, de avis. Entonces auscultare sería inspeccionar o examinar los indicios o señales que se encuentran en la naturaleza, por antonomasia los que se deducen del vuelo de las aves. En cualquier caso, otear, inspeccionar, observar o incluso escuchar nos sirven para explicar el significado general de este topónimo.

A Escoitadoira del Castro de Castrelo se documenta por primera vez hace 800 años: "quomodo dividit de rivulo qui vocitant Loura; deinde per Loura vetula [Loira Vella] et per Lama Montenelle et per Auscoltadoria de Castrelo" (texto del año 1253 de Pedroso: CODOLGA). Nos fijamos en que ya desde una época temprana A Escoitadoira se considera puesto de observación dependiente del castro principal.

Aquí nos sumamos a la hipótesiss de Ordóñez y Concepción de considerar este tipo de topónimos como referidos a lugares en los que se acechaba "la fauna en algún punto estratégico para la caza". Su propuesta está fundada etimológicamente, y reforzada por el contraste que proporciona el trabajo de campo toponímico (directo y mediante tecnología SIG), del que son partidarios a ultranza tanto para la verificación de referentes como para la recogida de interpretaciones locales de los nombres de lugar. En este caso la explicación se la proporcionaron los paisanos de Zurea (concello de Ḷḷena). Aunque más adelante cambian de orientación: "al tiempo que se curiaban las cabras y ovejas en las carbas, el pastor de la vecera tenía que controlar desde la mañana la presencia o el paso de lobos, osos o raposos". Ahora los autores sugieren que en estos puestos de observación se ejercería una labor de vigilancia sobre las especies peligrosas que podían atacar a los rebaños.

Vista de Sabanda desde la zona del Coto de A Escoitadoira, con las vacas al fondo.
(C) Dolores González de la Peña, 2019.

Discrepamos de esta segunda posibilidad. Los palatios, "apriscos neolíticos para el ganado", se formaron en las zonas medias y bajas de los valles que los bóvidos frecuentaban previamente durante sus desplazamientos estacionales. Estos lugares ya eran conocidos, observados y acechados por los cazadores de la prehistoria. Junto a ellos se construyeron los castros como lugares de habitación estable tras el cierre del palatiom, que conllevó la domesticación definitiva. Es por ello que nos parece más seguro considerar A Escoitadoira do Castrelo como un punto de acecho de cazadores prehistóricos que se perpetuó como lugar de habitación en la Edad del Hierro. La continuidad del significado del nombre de lugar se mantuvo, cambio de lenguas incluido, por el peso de una tradición, o forma de entender la posesión del ganado, que no se habría perdido en ningún momento hasta la romanización.

Serra da Faladoira y A Faladoira (O Castro de Goá - Cospeito). Derivado del latín afflare, "oler la pista de un animal, olfatear, cazar". Es el étimo que evoluciona en portugués a achar, pero si se produce la epéntesis de una vocal de apoyo, *affalare, se ve impedida la evolución de -fl- a -ch-. En el Castro de Goá el recinto castreño aparece todo rodeado por su vertiente orientada a A Faladoira de los topónimos Curros do Castro, Curro Grande, Curro do Pozo y Curro da Beira do Río, indicando seguramente que la etimología de A Faladoira guarda relación con el campo semántico de los recintos pecuarios o con el ganado que albergaban. En la Serra da Faladoira el topónimo A Batuda (participio en -udo /-uda del verbo battuere, "golpear") indica el sistema de caza mediante batidas que transcurrirían utilizando los túmulos como referencia visual en los desplazamientos.

Catadoira (Castro de Montoán, Santo Adrao de Veiga - Ortigueira). Derivado del latín captare, "apresar, cazar". Esta etimología acaba de aclararnos la relación de Catabois con el Castro de Santa Mariña (Ferrol). Moralejo padre había considerado captare en el sentido de "observar" (*captatorium o *captatoria "miradero, atalaya": Toponimia gallega y leonesa, 1977, pg. 338), pero quizá sea también de aplicación el sentido original de captare, "apresar, cazar". Más improbable parece la propuesta de Cabeza Quiles de explicar los topónimos tipo Catadoiro como lugares donde se despiojaba a la gente, aduciendo el significado del gallego catadoiro, "persoa que limpa ou se limpa de piollos ou pulgas": según uno de sus informantes, O Catadoiro de Razo (Carballo) "era o lugar onde se cataban as mulleres unhas a outras os piollos e tamén aos nenos" (Toponimia de Galicia, 2008,  pg. 169). 

Constatamos, así, que en el entorno inmediato de algunos castros se conservan topónimos y estructuras directamente relacionadas con la actividad cinegética (trampa de paredes convergentes del Castelón de Castañoso descrita en la entrada "Castañoso en el Libro de la Montería"). Este hecho podría concordar con el aprovechamiento de las instalaciones de los cazaderos prehistóricos de los fondos de los valles como curros naturales o palatios durante el neolitico, y la construcción posterior junto a ellos de los recintos fortificados castreños.

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